En las organizaciones de la Economía Solidaria, promover la participación es tarea de cada día. La participación garantiza que las mutuales tengan forma, fundamento y plena vigencia consolidando su razón de ser. Es un desafío institucional y esencial.
Claro que este tema no siempre es prioridad en la agenda dirigencial.
Pocas veces parece ser urgente, podemos atenderlo más tarde, en la próxima reunión, en el próximo mes o en el próximo año.
El poder de destrucción que tiene este indicador es casi letal y forma parte de los signos vitales de la calidad y cantidad de vida institucional.
En forma simple, “es a la institución, lo que el colesterol a las personas”.
Observar baja participación en Asambleas, falta de recambio dirigencial, poca accesibilidad de los jóvenes a los cuadros directivos o escasa participación de la mujer, es moneda corriente. Parece normal. Buscamos razones y excusas, la mayoría de las veces centradas en el exterior de la organización, y surgen con toda rapidez. Casi una letanía, con matices, como si fuese natural, fruto del destino, imposible de modificar, existencia de la mano mágica que todo lo determina. “Aquí es así” o “siempre fue así”.
La participación activa, permanente, nos vincula con las necesidades comunes de base de la cooperativa o mutual, la del territorio, la del asociado, la de la gente, que son las que emergen y dan sentido a la existencia de la organización solidaria. A menos participación, más difícil y lejana su percepción.
Volvamos al principio, las organizaciones de la Economía Solidaria son entidades democráticas que se consolidan con la participación y la inserción de sus miembros en la vida social, económica, cultural, educativa, y en la conducción de las mismas.
La riqueza y fortaleza de la organización está en la suma de las riquezas individuales, en la interacción de las inteligencias de todos, de sumar y generar equipos de trabajo con propuestas múltiples, participativos, enriquecidos en forma permanente con más y más saberes, interdisciplinarios, con diversidad de género, de edades, etc.
Si queremos que esto suceda, nada debe quedar librado al azar. Los que hoy tienen la responsabilidad de conducir, deben destinar tiempos y esfuerzos para diseñar, desarrollar y evaluar políticas activas que hagan posible que se produzca más participación y que se sumen nuevas propuestas.
Una política activa debe desarrollar una cadena de acciones programadas y planificadas para el logro de los objetivos. Sólo si desarrollamos programas institucionales de participación, podremos encontrarnos con más participación. Somos responsables de la vida de la organización, y la vida, al igual que el futuro, se construye y debemos construir participación si queremos vida y futuro. Y la vida de la organización, va más allá de nuestro personal ciclo vital dentro de las instituciones.
Invertir en la vida institucional es una responsabilidad social esencial que tenemos cuando formamos parte de los equipos dirigenciales.
Claro que no es tarea fácil, muchos dirigentes nunca pensaron que también deben ocuparse de esto, de algo tan intangible, de algo que necesita tiempo de elaboración, de estrategia, de construcción, de recursos. Los dirigentes, dominados por la complejidad de la gestión, tienen serias dificultades para planificar y ejecutar acciones que cambien la actual situación. Es necesario lograr un cambio cultural, que active políticas específicas y aplicadas al logro de resultados para resolver los problemas. Los dirigentes tienen hoy la obligación de construir espacios para la participación. Ya no hay tiempo para declamarla, hay que ejecutarla. En los últimos tiempos hemos observado a varias entidades hacer verdaderos esfuerzos por revertir esta tendencia de la poca participación. Esfuerzos que ya están evidenciando resultados y los celebramos. Pero se requiere conciencia del problema, aceptación, convicción de la necesidad de revertirlo y asumir que se necesita trabajo constante y esforzado para producir cambios. También hay que reconocer que, como nuestros saberes son limitados, es posible requerir ayuda externa para entender y sobrevolar el problema saliendo de la trampa que nos tiende la rutina diaria.
El Colegio de Graduados en Cooperativas y Mutuales (CGCyM)[i] entendiendo lo medular del problema ha lanzado el programa “Participación con Inclusión”, destinado a apoyar y desarrollar procesos de generación de participación, a detectar problemas, incubar políticas activas y desarrollar prácticas virtuosas que quiebren las tendencias de la pobre participación en Cooperativas y Mutuales.
Es posible construir más participación y cuanto más necesaria es, más inmediata debe ser la respuesta y el desarrollo de políticas activas.