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Posibles secuelas a largo plazo en quienes padecieron COVID-19

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Dr. Mario F. Bruno
Dr. Mario F. Bruno
Presidente de la Sociedad Argentina de Periodismo Médico; Vicepresidente de la Sociedad Argentina de Cancerología; Presidente del Comité de Cuidados Paliativo de AMA (Asociación Médica Argentina); Presidente del Comité AntiTabaco de AMA Vicepresidente de UATA (Unión Antitabáquica Argentina); Director de los cursos anuales de 1) Periodismo Médico 2) Cancerología, 3) Cuidados Paliativos (AMA); Miembro Emérito de ASCO (American Society Clinical Oncology); Miembro Titular de ESMO (European Society Clinical Oncology); Director Médico de Medicron S.A. (Centro Oncológico)

Aunque en su etapa inicial, el COVID-19 origine una enfermedad que primariamente afecta los pulmones, secundariamente puede dañar a muchos otros órganos. Esta circunstancia aumenta el riesgo de problemas de salud a largo plazo.

Los órganos más afectados son:

a) El corazón: las pruebas por imágenes tomadas meses después de la recuperación han mostrado daño duradero al músculo cardíaco, aun en el caso de las personas que presentaron solamente síntomas leves. Este hallazgo muestra que puede aumentar el riesgo de insuficiencia u otras complicaciones cardíacas en el futuro. Además, las secuelas provocan una situación preocupante porque los afectados por miocarditis son jóvenes, con un promedio de 49 años de edad. Un reciente estudio del hospital de la ciudad de Wuhan, de donde comenzó a expandirse el virus, mostró que alrededor del 20% de los infectados tenían lesión cardiaca. No se sabe si la lesión se produce por acción directa del virus, o como consecuencia de la inflamación desencadenada por la respuesta inmune excesivamente agresiva del cuerpo, como ocurre en los pulmones. Por otro lado, durante este periodo se han incrementado el llamado síndrome del corazón roto, enfermedad que se manifiesta como un infarto, con dolor en el pecho y dificultad para respirar, provocada por enfermedad del musculo cardiaco, pero no de las arterias coronarias. Diversos investigadores, que visualizaron las células cardiacas de pacientes fallecidos por COVID, describieron daños en el ADN y en las fibras contráctiles del miocardio. Se desconoce si este daño será o no permanente y si tendrá o no manifestaciones clínicas a largo plazo en personas que tuvieron el vitus en forma asintomática o leve. Ni la edad ni el sexo libran de afectación. Otro aspecto cardiovascular a tener en cuenta es el relacionado con personas que realizan deportes. Los estudios de resonancias magnéticas de atletas o del fútbol americano de EEUU, como de futbolistas argentinos, mostraron alteraciones compatibles con una miocarditis después de dar positivos de coronavirus. Esta situación, si bien preocupa a aquellos que quieren volver a practicar deportes después de la cuarentena, debe constituir un toque de atención para detectar o descartar posibles secuelas cardiacas a mediano y largo plazo.

b) Los pulmones: el tipo de neumonía que con frecuencia se asocia con el COVID-19 puede causar daño duradero a los diminutos sacos de aire (alvéolos). El tejido cicatricial resultante puede llevar a problemas respiratorios a largo plazo. La secuela más característica de Covid-19 es, probablemente, la fibrosis pulmonar. En casos complejos, esta patología hace dependientes del oxígeno a los pacientes por una gran parte de su vida.  Las personas afectadas pueden quedar con distintos grados de discapacidad temporal o permanente. En algunos casos, los pacientes podrían necesitar soporte de oxígeno. En otros casos, terminan con restricciones en sus actividades diarias y requieren de cuidados médicos continuos.

c) El cerebro: aun en la gente joven, el COVID-19 puede causar accidentes cardiovasculares, convulsiones, y el síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad que causa parálisis temporaria. También, el COVID-19 puede aumentar el riesgo de desarrollar la enfermedad de Parkinson y la de Alzheimer.

d) Problemas de estado de ánimo: en particular aquellos con síntomas graves que necesitaron tratamiento en la unidad de cuidado intensivo de un hospital, con asistencia mecánica. Sobrevivir esta experiencia puede hacer que esa persona desarrolle trastornos psicológicos, cambios de humor e irritabilidad, insomnio y hasta un síndrome de estrés postraumático, con depresión y ansiedad, exacerbados por el aislamiento prolongado y las historias trágicas que involucran a familiares, sumando en nuestro país la situación socioeconómica actual.

g) Síndrome de fatiga crónica: muchos hombres y mujeres lo han desarrollado; se trata de un trastorno complejo, caracterizado por fatiga extrema, que empeora con la actividad física o mental, pero no mejora con el descanso.

h) Riñones: la afectación de estos órganos puede manifestarse a través de una insuficiencia renal o una eliminación elevada de proteínas en la orina.

Luego de lo detallado precedentemente, la sugerencia final es que aquellos que padecieron la infección por el virus COVID-19 deben realizar controles luego de finalizada la etapa aguda. Factores como la edad, el sexo o la levedad de la enfermedad no significan que no puedan manifestarse secuelas. Haber tenido la infección en forma asintomática o con síntomas ligeros no exime a nadie de eventuales daños a mediano o largo plazo.

Ilustración: Matías Roffe

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