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Criptomonedas: ¿hacia una economía digital?

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Esmeralda Torre
Esmeralda Torre
Licenciada en Economía por la Universidad de San Andrés (UdeSA), y MS Strategic Design & Management - The New School Parsons (Nueva York).

A propósito de la caída del Bitcoin y del flamante estreno en Netflix de Startup (mal traducida en Argentina como “Dinero en gestación”), vale la pena repasar de qué trata este complejo mundo del dinero inmaterial acumulable no en billeteras ni en cajas bancarias, sino en datos y archivos.

Para adentrarnos en el mundo de las criptomonedas, es necesario primero comprender la evolución del dinero, su origen, qué función tiene dentro de la sociedad, y cómo se otorga su valor.

En resumidísimas cuentas, el dinero comprende todo activo o bien que es generalmente aceptado como medio de pago por los agentes económicos para operaciones de compraventa. Surge en la historia para suplir la precaria eficiencia del trueque, que empezó a utilizarse en el neolítico con los primeros asentamientos humanos (el paso de cazadores-recolectores a agricultores-ganaderos). Este inconveniente dio lugar a las primeras monedas metálicas que aparecieron en el Asia Menor, en el siglo VIII a. C., con el propósito de simplificar la recaudación de los impuestos y su almacenamiento. El economista Carl Menger denominaba a la moneda como una “institución evolutiva”, conforme al paradigma darwiniano decimonónico.

Con el paso del tiempo y el avance de actividades comerciales, particularmente en Roma, se generalizó la utilización de las monedas metálicas bajo el monopolio de acuñación. Había una pluralidad de monedas donde sobresalían las de oro y plata, que eran materiales escasos, y esto permitía además evitar la falsificación.   

En el siglo XIX, el sistema monetario imperante era el patrón oro, y luego  –en el XX– fue primero la convertibilidad de aquel con el dólar, y, más tarde, la fluctuación de divisas con el este último. 

Recién en 1983 se comenzó hablar de “monedas virtuales” o “dinero digital”, algo que comienza en Estados Unidos con un sistema criptográfico al que se denominó eCash. Doce años después, se desarrolló otro similar, DigiCash, que usaba la criptografía para que cuando una persona realizara transacciones económicas, estas fueran confidenciales. En 2009, una persona cuya identidad todavía es desconocida, pero que se hacía llamar Satoshi Nakamoto, creó la primera criptomoneda Bitcoin, con la intención de idear una nueva forma de pago que se pudiera utilizar internacionalmente de manera descentralizada, y sin que tuviera a ninguna institución o entidad financiera por detrás para controlarla.

La crisis económica del 2009 impulsó la creación de criptomonedas bajo la necesidad de mostrar a las personas que hay otro tipo de dinero, que no es el convencional, y que también se puede utilizar de manera beneficiosa.

La tecnología desarrollada de Bitcoin original se conoce como cadena de bloques (blockchain). La misma hace un seguimiento y verifica la minería (producir monedas y verificar sus transacciones), así como las operaciones. Toda la información almacenada en la cadena de bloques se comparte públicamente, se actualiza de modo constante con las transacciones y es validada por los usuarios con el fin de evitar cualquier tipo de hackeo. Esta tecnología se ha expandido a otras funciones, como es la de generar contratos inteligentes, algo que elimina la necesidad de intermediarios y automatiza por completo el intercambio de dinero, acciones o bienes.

A medida que las criptomonedas ganaron popularidad y valor se comenzó a prestar más atención al modo en que se minan, o, en otras palabras, a cómo se producen y verifican las transacciones en el libro contable de la cadena de bloques (seguimiento de las monedas desde donde se vende hasta destino final de compra). Cuando se producen las transacciones, los “mineros” -quienes producen las criptomonedas a través de equipos especiales y ordenadores- confrontan a todas y cada una de ellas para garantizar que sean correctas. Esas transacciones se suceden todo el tiempo y, a medida que lo hacen, se agregan a un bloque. Cada uno está compuesto por una cantidad determinada de transacciones y un enlace previo. Una vez que se añade una cantidad específica, dicho bloque se agrega a la cadena colectiva. Pero antes de poder agregarse, los mineros resuelven complejos acertijos matemáticos para confirmar todas las transacciones y el orden en que se produjeron. Como recompensa, quienes minan el sistema reciben un pago en la moneda de dicho bloque, y, de esa forma, se incrementa la cantidad de la criptomoneda (específica en el mundo). A su vez, es allí donde comienza el proceso de respaldo monetario.

Este valor esta determinado hasta el momento por los mineros, la oferta y la  demanda derivada de la bolsa de valores, y por el creciente interés del resto de la población mundial, basado en su modelo innovador repleto de oportunidades de negocios rentables.

Pasando en limpio, en la actualidad el valor de esta nueva forma de intercambiar bienes y servicios depende pura y exclusivamente del interés público. Es una forma de valor sin respaldo de instituciones (sin bancas centrales) y totalmente descentralizado que posee la ventaja de que fenómenos económicos como la inflación, la tasa de crecimiento, de empleo, los equilibrios de balanza de pagos, tipos de cambio y reservas internacionales no influyen de modo directo sobre su estándar.

Así como la introducción de criptomonedas o activos digitales como medio de intercambio ha sido una de las mayores innovaciones de los últimos años, el proceso aún se encuentra en una etapa prematura.

Si bien la gente utiliza las criptomonedas para hacer pagos rápidos y evitar cargos de transacción, otras personas las consideran como una inversión, con la esperanza de que aumente su valor futuro. Asimismo, esta y otras monedas tienen un límite de emisión, lo que podría resultar negativo, dado que aumenta el valor de cada unidad a mayor demanda. Tal evento resulta atractivo para tenedores de acciones pero no para el público en general, por lo que Bitcoin se posiciona como moneda pionera pero sin poder de expansión masiva.

 Las criptomonedas se pueden comparar con una tarjeta de crédito. Se almacenan en un monedero o cartera digital o en algún otro soporte, pero con la diferencia de que acaparan un mayor riesgo debido a la incertidumbre del mercado y a la falta de respaldo de los gobiernos (a diferencia de los depósitos bancarios y las monedas corrientes). La pregunta es: ¿se podrá reducir este riesgo y obtener el apoyo de agentes gubernamentales para permitir que las criptomonedas posean un riesgo similar a las de las tarjetas de crédito? 

Cultura cripto, dinero y globalización

El año 2021 fue un punto de inflexión para las criptomonedas, siendo fuente de atracción para el público en general y reflejando el interés de este por un sistema de dinero digital independiente. Bitcoin mostró un valor record en el mercado llegando a los 60k por unidad. Así, provocó un efecto dominó en varias otras compañeras de ruta. Cabe recalcar que hay varios cabos sueltos respecto a su estabilidad, que han quedado visibles en su reciente desplome, como se observa en el grafico de abajo.

El derrumbamiento de Bitcoin acaecido unas semanas atrás se puede atribuir a diversos motivos; a saber: multitudes de inversores aficionados y profesionales que buscan un beneficio rápido, o bien, hasta una combinación de factores —como las advertencias políticas sobre una mayor regulación y el impacto de los tuits de ciertos líderes como Elon Musk— que estremecieron a un mercado ya trémulo.

Para poder estimar un futuro comportamiento y permitir que muchas más personas entren en la cultura cripto, hay que focalizar en el problema de volatilidad, cual resulta esencial. Para perdurar en el tiempo, debe existir un comportamiento libre de volatilidad y más amplio en términos de posicionamiento.

Todas las operaciones de criptomonedas, hasta el momento, han tenido problemas tácticos de desarrollo, de operaciones organizacionales y de visión y estrategia. Pero existe un principio que distingue a las criptomonedas como una práctica de automanejo de dinero diferente de otras monedas tradicionales. El principio está centrado en la calidad de la experiencia (en ciernes), por los que todavía las mismas no participan en la vida de las instituciones -con o sin fines de lucro-, ni en los gobiernos.

El desafío para sistemas políticos y financieros es descentralizar y crear nuevas extensiones de transacciones que ofrezcan la posibilidad de adaptarse a las necesidades de la población en tiempo real. Además, habría que comenzar con las empresas que generan crecimiento económico y que utilizan criptomonedas que permiten el pago de sus productos y servicios, e incluso crean las suyas propias.

El océano, la ola y la espuma algorítmica

La demanda por criptomonedas ha ido particularmente creciendo de forma exponencial a nivel mundial en los últimos 10 años.  En el grafico de abajo podemos observar la demanda y oferta de Bitcoin. Este crecimiento en tan poco tiempo puede considerarse la máxima competencia de monedas y alternativas a medio de pagos tradicionales y fuentes de ahorro.

¿Como pueden las criptomonedas proyectar el perfil del usuario para diseñar una economía mas eficiente, potenciar las capacidades benevolentes de liderazgo de gobernantes y crear una cultura organizacional corporativa con cambios moderados? ¿Cómo se puede encontrar el punto de equilibrio entre el viejo modo de operar dinero y el nuevo?

Todos interrogantes abiertos.

Estilo de vida y zumba económica

El cambio en el comportamiento de los agentes económicos ha ido acompañado en los últimos años por los nuevos artefactos tecnológicos de acuerdo a los procesos globalizadores del sector financiero, en simples y rápidas formas de pago online, aumento del e-commerce y caída de locales físicos, sobre todo en venta minorista, lo que ha dado lugar a un dinamismo económico o, en otras palabras, a una energizante actividad comercial que modifica las prácticas del consumidor.

El rol de los líderes mundiales es no solo el de un supervisor sino también el de un colaborador. Si existiera una coordinación entre una cultura cripto no uniforme por parte de la población mundial y lideres políticos y de industrias globales, se permitiría que el avance tecnológico, en una era tan digitalizada, traiga consigo ventajas para optimizar el tiempo.

Al día de hoy, existen aproximadamente 9000 criptomonedas. Su proceso de creación puede verse en la serie Startup (Dinero en gestación) cuyas tres temporadas acaba de estrenar Netflix Argentina.

Así es que, en suma, las criptomonedas se posicionan como una de las oportunidades de negocio más prominentes del siglo XXI, dado que permiten el incremento de mercados y el posicionamiento de las microempresas de diversos sectores. Son una oportunidad de negocio que puede ser considerada como una ventaja de competitividad no entre países sino entre individuos.

No debería llamarnos la atención si en 50 o 100 años el dinero material desaparece por completo.

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