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Un nuevo alerta en el Día Mundial del Corazón

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Dr. Mario F. Bruno
Dr. Mario F. Bruno
Presidente de la Sociedad Argentina de Periodismo Médico; Vicepresidente de la Sociedad Argentina de Cancerología; Presidente del Comité de Cuidados Paliativo de AMA (Asociación Médica Argentina); Presidente del Comité AntiTabaco de AMA Vicepresidente de UATA (Unión Antitabáquica Argentina); Director de los cursos anuales de 1) Periodismo Médico 2) Cancerología, 3) Cuidados Paliativos (AMA); Miembro Emérito de ASCO (American Society Clinical Oncology); Miembro Titular de ESMO (European Society Clinical Oncology); Director Médico de Medicron S.A. (Centro Oncológico)

Por el Dr. Mario Bruno /  Ilustración: Matías Roffé

 

El Día Mundial del Corazón, que se conmemora cada el 29 de septiembre, tiene como objetivo principal concientizar acerca de la importancia de llevar un estilo de vida saludable como herramienta de prevención para el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares (ECV), principal causa de mortalidad e incapacidad en el mundo, y sus factores de riesgo. El lema propuesto por la Federación Mundial del Corazón para este año es “Mi corazón, tu corazón”, e invita a tomar conciencia para involucrarnos emocionalmente y asumir el compromiso activo de cuidar nuestro corazón y el de quienes nos rodean, en virtud de que la campaña tenga un efecto multiplicador.

Cada año mueren 17,5 millones de personas por enfermedades cardiovasculares, incluidas enfermedades cardíacas e infartos cerebrovasculares. En la actualidad, es el asesino número uno del mundo y se estima que para 2030 esta cifra aumente a 23 millones. A pesar de los avances en fármacos y tratamientos, estas patologías continúan con un índice de mortalidad muy por delante del cáncer y de los accidentes viales. No obstante, implementando pequeños cambios en nuestros comportamientos, podríamos modificar la evolución natural de esta afección y lograr vidas más prolongadas, de mejor calidad y más sanas para el corazón.

La herencia genética en las patologías cardiovasculares, en la cardiopatía isquémica y la arterioesclerosis es importante y constituye un factor de riesgo no modificable. Sin embargo, la predisposición a padecer una enfermedad cardiovascular no significa estar sentenciado a padecerla. Según la Organización Mundial de la Salud, hasta un 80 por ciento de las muertes cardiovasculares prematuras, por debajo de los 70 años, se evitarían con medidas preventivas sencillas. Pero si además de la predisposición se agregan factores de riesgo, la posibilidad de desarrollar un accidente cardiovascular se multiplica.

Para lograr un verdadero cambio de conducta, se debe educar desde la infancia en hábitos de vida saludables, que empiezan por una correcta alimentación junto con ejercicio regular. Evitar la obesidad y el sedentarismo son las dos mejores medidas preventivas controlables; a ellas hay que sumar los factores de riesgo cardiovascular modificables, entre ellos, dejar de fumar, controlar la hipertensión arterial y la hipercolesterolemia. El cuarto lugar lo ocupa la diabetes, que condiciona un daño a nivel de las pequeñas y grandes arterias. Con respecto a la ingesta de alcohol, hay estudios que sugieren que un consumo bajo –una copa de vino al día- puede no ser malo, pero no está demostrado que sea bueno. Por otro lado, los expertos reconocen que retrocedemos en salud cardiosaludable en lo que a la dieta se refiere. Por esta razón, hay propuestas concretas a nuestros legisladores en relación a limitar al máximo los alimentos con grasas trans. Resulta evidente que cada vez se ingieren menos fruta, verdura y pescado.

En relación a la toma de conciencia sobre la necesidad de realizar ejercicio, puede observarse que en los niveles socioeconómicos medio-altos el mensaje ha llegado, pero en los de más bajos recursos la recomendación no ha surtido efecto; no se hace ejercicio y los índices de obesidad se disparan preocupantemente. Conseguir que llevemos una vida saludable es una medida básica.

La problemática actual más inquietante es la creciente prevalencia de los factores de riesgo cardiovascular, a saber: Hipertensión, la no controlada aumentó de 600 millones a 1.000 millones de personas, entre 1980 y 2008. Obesidad infantil: la padece 1 de cada 10 niños en edad escolar y 42 millones se encuentran por debajo de los 5 años; Tabaquismo: existen 1.000 millones de fumadores en el mundo. Diabetes: han aumentado los casos más del 50% en los últimos diez años, sobre todo en los países de Europa. Actividad física: a nivel mundial, en el año 2018 se registró que el 23% de los adultos realizan insuficiente actividad física.

En nuestro país, la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, del año 2013, demostró que el tabaquismo ha disminuido (29,7% en 2005, 27,1% en 2009 y 25.1% en 2013). En tanto, la hipertensión arterial se ha mostrado estable (34,4% en 2005, 35,5% en 2009 y 34,1% en 2013), pero e l sobrepeso y la obesidad han evidenciado un significativo aumento (49% en 2005, 53,4% en 2009 y 57,9 % en el 2013). La diabetes también se ha incrementado (8,4% en 2005, 9,6% en 2009 y 9,8% en el 2013).

Todos estos datos deberían hacernos tomar conciencia, y tal como propone este año la Federación Mundial del Corazón: Mi Corazón, Tu Corazón, debemos primero adoptar vidas saludables, cambiando nuestro hábito social, y también ayudar a proteger el corazón del otro, educando con el ejemplo a los seres que, con afecto, nos rodean.

 

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