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Educación nacional: de duelo

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Luis Valladares
Dr. Luis Valladares
Periodista, Locutor Nacional, Contador Público, Lic. en Costos, Lic. en Administración de Empresas, con tres distinciones de la Asociación Médica Argentina y de la Sociedad Argentina de Periodismo Médico, por sus trabajos en la Prevención de Adicciones a las Drogas. Ex-Director del periódico Mundo Mutual y fundador del periódico Mundo Cooperativo.

Las recientes informaciones dadas a conocer respecto del estado de la educación en la Argentina comparada con la de otros países, debe llamarnos la atención muy seriamente, y especialmente a los funcionarios públicos que tienen la posibilidad y han asumido la responsabilidad de regir la actividad de nuestros educadores y el destino de nuestros educandos.

Pero además, esto debe preocupar a los padres que tienen hijos en edad escolar, porque es evidente que está en juego nada menos que el futuro de los niños y adolescentes.

El declinante nivel de la educación formal en la Argentina durante los últimos años es alarmante.

Más del 50 % de los estudiantes abandona sus estudios secundarios antes de finalizarlos. Parece una ironía que el ciclo secundario sea de cumplimiento obligatorio según lo establece la Ley 26.206 de Educación Nacional, sancionada el 14 de diciembre y promulgada el 27 de diciembre de 2006.

Estadísticas internacionales muestran que la Argentina está entre los países con mayor deserción escolar.

Además sabemos que los alumnos tienen grandes dificultades para comprender textos y falencias en otras materias fundamentales que forman parte del aprendizaje elemental.

Por su lado, los políticos en general, en sus discursos mencionan reiteradamente a los ciudadanos excluidos, refiriéndose a su situación de pobreza, con la intención de mostrar que están preocupados por ellos y por el alto porcentaje de pobres que hay en la Argentina, pero no mencionan que si bien actualmente se cree que prácticamente es la pobreza la que los excluye, la causa de fondo más importante de esa exclusión, es el nivel educativo que han recibido y que continúan recibiendo las nuevas generaciones, porque lo que el Estado les da a la población de niños y adolescentes, es progresivamente de inferior calidad y menor exigencia, por lo que la capacitación es cada vez de menor nivel. Y entonces, debemos comprender que la pobreza es la consecuencia y no la causa de la exclusión, porque ser pobre, en la mayoría de los casos, proviene de la falta de capacitación.

Con este bajo nivel de educación formal, los niños de hoy serán los adultos pobres del futuro.

Como si fueran poco importantes los resultados dados a conocer, que hacen al objetivo fundamental de la educación, cual es la de capacitar a los alumnos, se han trastocado los valores esenciales que regían la relación docentes/alumnos/padres, pasando de que los docentes eran muy respetados por alumnos y padres, a que ahora se cuestionen sus decisiones tal como si fuera un acto susceptible de ser discutible o negociable, y expuestos a exigencias externas al objetivo de la educación, que en general, más que estar vinculadas con el desempeño del alumno, están relacionadas con factores que responden a emociones más que a conocimientos.

Ante las mayores exigencias de los tiempos, que en general están potenciadas por el aumento de los requerimientos de la tecnología, ¿de qué manera podrá trabajar una persona que no tiene preparación, o lo que aprendió es insuficiente para desempeñar las tareas más sencillas?

Entendemos que la educación es la base de la inclusión social, y que también es el mejor instrumento para asegurar un futuro promisorio para la población. Y más aún en el siglo XXI, que  los avances científicos y tecnológicos de los últimos tiempos han dado lugar a mayores exigencias y requerimientos para el desempeño laboral.

No es casual que a esta época se la llame la “era del conocimiento”. Lo que resulta contradictorio con lo que sucede en la Argentina, porque vamos a contramano de la tendencia mundial.

La tan promocionada, en su momento, Ley de Educación Nacional Nº 26.206 -de cuyo artículo 90º hemos tenido el honor de participar en su redacción-, el 27 de diciembre de 2016 cumplirá 10 años de vigencia sin que se haya incorporado a la currícula escolar la enseñanza de los valores del cooperativismo y del mutualismo, ni la enseñanza de este tipo de organizaciones sociales, a través de la práctica de los alumnos en cooperativas y mutuales escolares.

Luego de nada menos que siete años y medio de sancionada la ley, el 18 de julio de 2014, cuyo cumplimiento que por supuesto ya era obligatorio, el Presidente de Cooperar, Dr. Ariel Guarco, firmó un acuerdo para la incorporación en la currícula al cooperativismo citado en el Art. 90, con el Ministro Alberto Sileoni, ante la presencia de las Ministras Alicia Kirchner, y Débora Giorgi, en un imponente acto que se realizó en un gran salón del Ministerio de Educación de la Nación.

Quedó en eso, en la firma de un acta. Porque tampoco cumplieron con el acta los funcionarios públicos que por haber sido honrados con sus cargos, debieran dar el ejemplo a la ciudadanía.

Desde la sanción de la citada ley hasta la fecha, hemos tenido tres Presidentes de la Nación, contando al actual, y cuatro Ministros de Educación, a saber: Daniel Fernando Filmus, Juan Carlos Tedesco, Alberto Sileoni y el actual Esteban José Bullrich.

A lo citado en primer término, debemos agregar que lo dispuesto en el Art. 90 sobre la enseñanza de Principios y Valores éticos del cooperativismo y del mutualismo, sin ninguna duda fue redactado para contribuir a formar conductas ejemplares en los educandos, además de que por supuesto, darles la posibilidad de conocer formas asociativas mediante las que pueden obtener recursos en su futuro laboral.

Como afirmamos al principio, la exclusión no está dada por la pobreza, sino que la falta de capacitación es lo que da como resultado la exclusión, y como lógica consecuencia promueve el aumento de la pobreza.

Dijo Pitágoras: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. Para la Argentina actual decimos: “Capacitemos a los niños y no será necesario darles subsidios a los hombres”.

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