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Un año de desafíos

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Jorge Pedro Núñez
Jorge Pedro Núñez
Licenciado en Cooperativismo y Mutualismo (UNSE). Presidente del CGCyM (2018-2020). Conferencista, docente, investigador especialista en formulación de proyectos.

El tema excluyente de 2020, la pandemia de COVID-19, sigue siendo en 2021 un motivo de honda preocupación. Los avances en las vacunas que se desarrollaron en tiempo récord permiten vislumbrar una fase positiva, en la que se comience a detener el proceso de contagio. Pero no habrá una normalidad como la que teníamos antes de que se declarara la pandemia; especialistas anticipan que el uso de barbijos será recomendable al menos a lo largo de este año, y la Organización Mundial de la Salud declara que los efectos de las vacunas se manifestarán en un lapso de seis meses, desde su aplicación.

Nuestro tema excluyente, obviamente, son las mutuales, así como el resto de las organizaciones de la Economía Social y Solidaria; pudimos comprobar que muchas entidades exhibieron una capacidad de adaptación encomiables, en una clara demostración de resiliencia. Lo negativo dio paso a lo creativo, y esto fue lo que permitió que, dentro de los estrechos márgenes que se establecieron por los condicionamientos en materia de aislamiento social preventivo, las actividades esenciales se desarrollaran en términos que pueden ser considerados como aceptables.

Algunas opiniones deslizan la idea de que la virtualidad reemplaza los vínculos sociales. Si definimos a los seres humanos como seres sociales, por antonomasia, observaremos que lo primero jamás reemplazará a lo segundo. Pero es indudable que, por un tiempo, deberán conservarse las medidas que eviten la propagación de este terrible virus, hasta tanto se morigeren sus efectos, y al mismo tiempo la virtualidad afianzará los sistemas de trabajo y comunicación, a través del empleo de dispositivos electrónicos, compartidos entre el emisor (la organización) y el receptor (el asociado).

Los beneficios están a la vista: comodidad, celeridad y eficiencia, a lo que podría sumarse la disminución de costos (en tiempo e impresos, por ejemplo), y el contacto permanente entre la entidad y sus asociados. La condición de que un canal de comunicación esté disponible para los miembros de una organización, implica que los destinatarios son específicos, y que estos decidan cuál es la información de su incumbencia. Un caso interesante surgió en un encuentro de mutuales por Zoom, donde el representante de una entidad comentó que comenzaron a atraer la atención de los más jóvenes, a través de una aplicación móvil.

Se comenta que las reuniones virtuales de las comisiones directivas, e incluso las asambleas, facultadas por el INAES, no solamente fueron exitosas, sino que aseguraron un mayor grado de participación. Cabe preguntarse si los organismos de control que admitieron esta modalidad la mantendrán como una alternativa dual, en la que cada entidad decida las reuniones y asambleas en forma presencial o virtual, según su conveniencia.

De cualquier manera, esta realidad que forzosamente tuvimos que transitar, nos interpela hacia adelante como para adaptar el conjunto de formalidades que implican los actos institucionales, en un proceso que determine calidad, eficiencia y economía de recursos.

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