Siempre hemos sostenido –y los hechos lo comprueban en la generalidad de los casos- que las crisis refuerzan a las entidades intermedias. Las reviven. Son en las situaciones críticas -de extrema pobreza, de carencias alimentarias, de faltantes de niveles educativos, de faltantes de recursos para satisfacer las primeras o básicas necesidades– en los momentos en los que resurgen los valores de las personas y de las instituciones…y sobre todo las instituciones de personas. Aparece o reaparece la solidaridad, la creatividad en y para los sectores de menos recursos, las innovaciones asociativas, los recursos escasos paliando las necesidades jerarquizadas por su urgencia.
Y estamos en crisis.
Algunos la identifican como crisis sanitaria identificando sus consecuencias como pandemia; otros, además la agravan en sus consecuencias por el humor social señalando un profundo deterioro en las vigas que sostienen la psiquis colectiva. Otros, por la SITUACIÓN ECONÓMICA, la ubican como inflacionaria con cierre de empresas, fugas de capitales, agravamiento de la pobreza y desocupación.
En nuestra humilde manera de ver, ADEMAS de compartir las anteriores visiones, entendemos que la crisis más grave que estamos viviendo HOY en nuestro país, en nuestra Argentina, es de CREDIBILIDAD.
Hoy eso no existe. Se ha perdido la confianza. Se está perdiendo sin duda la moneda como intermediario en los cambios y como reserva de valor; se está perdiendo la credibilidad sobre los resultados del presupuesto público, se pierde la seguridad de los entes que deberían aplicarla, se pierde la confianza en los agentes de la justicia y en sus instrumentos relacionados; se pierde y se perdió la credibilidad en los cuerpos legislativos … en todas las jurisdicciones.
La credibilidad es un componente extraeconómico, pero primordial para el funcionamiento de la economía. Fundamental para la aplicación de las políticas y estrategias económicas en las que se esperan resultados congruentes, conexos, afines. De tal medida, se espera tal resultado en la realidad; siempre y cuando el país, el pueblo, las personas, crean en ella. Confíen en ella. Lo contrario, es lo que está empezando a pasar: ¡sálvese quien pueda!
Las entidades intermedias, más las relacionadas con lo económico se precian de ser eficaces porque involucran lo humano en el hacer económico. Ya no son solamente las frías ofertas y demandas. Son las personas que necesitan y las que producen y son las entidades de personas que colaboran en las satisfacciones de esas necesidades. Se valora la persona y se valora su necesidad con la satisfacción de esos bienes escasos.
Hoy a estos cuerpos intermedios, a estos componentes del entramado social, a estos miembros permanentes y activos de la económica social, a estos promotores del humanismo económico; les corresponde satisfacer a sus asociados, a la comunidad, a las entidades como tales, de unos de los bienes EXTRAECONOMICOS MAS ESCASOS: LA CREDIBILIDAD.
Hoy más que nunca los Reglamentos internos de las mutuales, los estatutos de las uniones vecinales, cooperadoras, sociedades de fomento, los funcionamientos productivos de las cooperativas, los quehaceres solidarios de ambos, la creatividad de los órganos colegiados decisores, las funciones de la solidaridad sindical o de salud, las normativas de generación de recursos financieros, de las entidades componentes del “cuerpo social”, deben funcionar a pleno. Con total transparencia, máxima eficacia y gran solidaridad. NO PUEDE HABER ERRORES. NO PUEDE HABER INACCION EN LA GESTION. Si los ámbitos estatales no perciben esta urgencia será responsabilidad de los entes del ENTRAMADO SOCIAL hacerlo por su cuenta. En reemplazo o en ayuda de lo “individual aislado”, del que está –en solitario- sujeto a la marea de las fuerzas incontrolables de las mezquindades socio-económicas.
Podemos mostrar y ser el ámbito de encuentro de la CREDIBILIDAD. Las riquezas de nuestras instituciones es que la CREDIBILIDAD INSTITUCIONAL está basada en la CREDIBILIDAD PERSONAL. Ahora y no otro es el momento de ejecutarlo.
Muy interesante nota.