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El sueño del proyecto propio

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Vanina Pasik
Vanina Pasik
Comunicadora especializada en justicia, seguridad y derechos humanos. Docente en espacios de educación no formal y de la Economía Popular

La cooperativa Padre Misericordioso cuenta con 135 asociados. Matías Echavarría, actual presidente, se inició como voluntario en la comunidad en 2010, llevando un plato de comida a las personas en situación de calle, con el Padre Fabián, que en ese entonces era vicario de la Catedral de Nuestra Señora del Rosario y al poco tiempo vieron que con los alimentos no alcanzaba, sino que había algo “más complejo y más profundo” que les estaba faltando.

— La mayoría estaban atravesando situaciones de consumo — recuerda Echavarría, recientemente electo como presidente de la cooperativa Padre Misericordioso –, y así se dio inicio a la primera granja de internación, en el Barrio Cristalería, en el mismo año. Había llegado desde Vera, al norte de la provincia, para estudiar abogacía. Salir todos los miércoles a repartir un plato de comida rompió sus miedos y prejuicios.

Arrancaron con ese primer espacio de internación, luego abrieron un centro de día, y otro centro de día, después sumaron centros de vida en los barrios y centros de niñez, y la comunidad seguía creciendo. El desafío era encauzar toda esa estructura en una personería jurídica sin perder el espíritu de la comunidad, que ya tenía mucho del trabajo cooperativista, de ser socios, de tener un objetivo en común.

Organización para la autonomía: Aprender a manejar dinero

“La cooperativa se divide en tres: la prevención, que hacen los Centros de Día y los Centros de Niñez, que están en los barrios y se dedican a contener a los pibes ahí, para generar hábitos, con profes de educación física, hay psicólogos, psiquiatras; lo terapeútico, con las granjas de internación, la primera que inició todo está en Barrio Cristalería, y después tenemos otra en Baigorria; y la última etapa es la inserción social y laboral, donde contamos con talleres de oficios, de carpintería, de albañilería, de panificación, que son convenios que tenemos con el Estado Nacional y Provincial, que es la pata que más nos cuesta sostener. Es la última etapa de las personas que ingresan a la comunidad, que se vuelvan a reinsertar en la comunidad con un trabajo, con un oficio. Y que pueda autosustentarse, generar una autonomía completa, digamos”.

Trabajamos la inserción social y laboral a través de talleres de oficios: carpintería, albañilería, panificación, etc.

Matías Echavarría

“Este es el último desafío que venimos viendo, porque los muchachos vienen haciendo un trabajo muy bueno con lo terapeútico, en lo que significa su salud, pero cuando llega el momento de graduarse, ¿cómo se sostienen después?”, se sigue preguntando Matías, porque “ese es el gran desafío que tenemos como comunidad, como cooperativa y como sociedad: qué respuesta le damos a esa persona que se recuperó de las adicciones”.

También la comunidad tiene un EMPA, un instituto de enseñanza media para adultos. Y un refugio. “Las personas son una integridad, no es solamente un usuario de sustancias, sino que está atravesado por su experiencia de vida. Se trabaja lo terapéutico, lo familiar y todo lo que hace a la persona. La comunidad está para los descartados, para los que no tienen ningún recurso económico, ni obra social, los que viven en la calle. Un vez que trata de pedir ayuda lo acompañamos y vemos qué capacidades tiene y qué puede llegar a lograr.

“El tratamiento es personalizado, artesanal, no hay un estándar”, advierte.

Lo que sí hay es etapas. El proceso de recuperación en el espacio de internación puede llevar entre 9 meses y un año, y después pasan a una Casa de Medio Camino, donde empiezan a buscar trabajo y autogestionan la casa. 

“Yo por ejemplo soy coordinador del refugio y tengo 50 muchachos todo el año, de los cuales 20 son recuperables y después 30 son personas duales, con patologías de salud mental, te podría decir. Es muy artesanal todo. En el refugio es el día a día, y siempre el gran desafío es cómo aprenden a administrar dinero”. 

“El objetivo de la cooperativa es dar un servicio a las personas más vulnerables de la ciudad, atravesadas por el consumo o la carencia habitacional

Matías Echavarría

–¿Es más difícil administrar dinero que conseguirlo?

— El dinero ellos lo generan. O con changas, o cartoneando, o haciendo cualquier cosa. El tema es cómo administrar ese dinero para que en vez de perjudicarlos los potencie. Cuando alguien consigue un trabajo nos ponemos muy contentos, pero les decimos: “ahora cuando cobres la semana o la quincena, ¿qué vas a hacer?”. Y nos alegramos si se compran zapatillas, desodorante, ropa, cosas así.

— Qué importante ponerle palabras a esas decisiones.

— Acá lo fundamental es generar el vínculo, y una vez que el vínculo está, la relación se abre y hay un ida y vuelta: no es el director y el interno, es en clave de familia, y se festejan los logros semana a semana. O día a día, sobre todo con las personas en situación de calle con las que estoy yo, que son personas crónicas que han podido sostener este espacio donde están viviendo. La idea es que cada uno haga su proceso, el proceso que él (o ella) pueda sostener. Lo ideal sería que todos dejen de consumir, que todos tengan trabajo, que todos puedan ser autónomos, pero la realidad es que cada proceso es artesanal, según la vida de cada muchacho, pero que cada muchacho haga su proyecto de vida. ¿Qué quiero para mi vida? Dejar de consumir, vincularme con mi familia, ver a mis hijos, aprender un oficio, terminar el secundario. Todas esas son las opciones que le da la comunidad, y en lo que pueda sostener, nosotros lo acompañamos. 

Yo siempre les digo que les sacaría una foto del antes y del después. Porque a partir del trabajo terapeútico, y del vínculo, del amor, del abrazo sincero, van cambiando su semblante y sus sueños sobre todo. 

–¿Sus sueños? ¿En qué sentido?

–Siempre hablamos de los sueños, y yo les digo que esto tiene que ser como un taller mecánico: entran, paran la máquina, la arreglamos un poco y salimos otra vez a la pista. 

Contra cultura comunitaria 

La religiosidad es un plus. “La religiosidad nos enriquece. Dentro del equipo hay personas que no creen, pero apuestan a la persona en su integridad, y todas las creencias se respetan. Hay chicos también que no creen, o que son evangelistas, o que tienen otra religión. No tenés que ser católico para estar en la comunidad”, aclara Matías. La ciudad de Rosario ocupa un lugar destacado en la agenda nacional por la alta tasa de homicidios que se concentra en un escenario de una narco criminalidad intensa, y profunda. Matías conversa sobre el tema con conocimiento de causa, y sabe que no hay investigación criminal que alcance si no se fortalecen las comunidades, los barrios.

— ¿Cómo se relacionan con la narco criminalidad?

— No nos relacionamos, porque no es nuestro rol denunciar.

– Pero Rosario ocupa espacios destacados de la agenda nacional por este tema.

— Sin lugar a dudas, la violencia alcanza todo. El consumo y la violencia. Donde el Estado no está, está el narco que te da seguridad, te da plata, te da armas, te da un estatus social, te da identidad. Cuando el club no está, la escuela está cerrada, no hay instituciones en el barrio, y a veces la Iglesia tampoco está. Y entonces dónde va el pibe, dónde se contiene, cómo busca referentes si no hay nada en el barrio.

— Dónde piensa su futuro, dónde resuelve sus necesidades

— Estar acá es ir caminando día a día. La realidad nos va dando los sueños para realizar. Ahora estamos en una coyuntura muy fuerte de consumo en Rosario, y la idea nuestra es seguir caminando y seguir creciendo y dar una respuesta, con lo que nosotros tenemos y con lo que somos, pero no tener una mirada pesimista.

— Con el optimismo de la voluntad

— Sí. Y una mirada preocupada, por que las autoridades se hagan cargo: de la seguridad, la educación, el deporte. De todas las herramientas que van a mejorar la situación de los barrios y de los más vulnerables. Acá la salida es comunitaria. Acá todos nos tenemos que poner de acuerdo: a ver qué puede hacer la escuela, qué puede hacer la iglesia, qué puede hacer el club, las asociaciones, las organizaciones sociales, y qué puede hacer el Estado, y todos juntos pensar de manera completa cómo alcanzamos esta situación. 

Ser o no ser una cooperativa

“Somos alrededor de 135 socios, entre operadores y profesionales, que están en los barrios y en las granjas terapéuticas”. En 2016 se inscribieron con el formato jurídico de cooperativa, porque ya no eran una asociación civil: “El espíritu de la comunidad y de la cooperativa siempre tuvo a las personas en el centro: ayudar a las personas más vulnerables de los barrios, atravesadas por el consumo y el abandono del Estado”, señala. 

“Somos alrededor de 135 socios, entre operadores y profesionales, que están en los barrios y en las granjas terapéuticas”

Matías Echavarría

“El objeto de la cooperativa sigue siendo el mismo, que es dar un servicio a las personas más vulnerables de la ciudad, atravesadas por el consumo, lo habitacional. Y en continuo crecimiento: este último mes se están sumando dispositivos para acompañar la realidad de las mujeres, en situación de calle, en consumos, en violencia de género. Y también tenemos un taller textil, con la idea de que en algún momento sea una cooperativa para que trabajen personas trans, que ejercían la prostitución, una inquietud que nació hace unos tres años con la recorridas que hacíamos”, concluye.

Video Institucional de Padre Misericordioso

Esta nota periodística es producto del convenio INAES-CGCyM, en busca de la visibilidad de entidades destacadas de la Economía Social y Solidaria de todo el territorio argentino.

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