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De lo local hasta lo universal

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Felipe Rodolfo Arella
Felipe Rodolfo Arella
Lic. en Cooperativismo y Mutualismo (UMSA). Magíster en Animación Sociocultural (Universidad de Sevilla). Ex-Presidente del CGCyM. Periodista, docente e investigador especializado en Economía Social y Solidaria, Género y Desarrollo Local.

Nuestra época se caracteriza por dos circunstancias novedosas: la posmodernidad y la globalización. Podemos decir, muy sucintamente, que la posmodernidad es un producto cultural que tiene como paradigma la inestabilidad y la inconsistencia. Es la cultura “light”. Por su parte la globalización, que no es un fenómeno nuevo ya que comenzó en el siglo XV con la expansión de Europa, actualmente es el resultado de los avances científicos y tecnológicos incorporados a los procesos productivos y de servicios.

Tanto la posmodernidad como la globalización tienen como soporte la tecnología informática de los multimedias: radios, diarios, televisión, telefonía celular, computación, Internet. Manuel Castells, en su obra Nuevas tecnologías, economía y sociedad en España, dice:

“Un nuevo espectro recorre el mundo: las nuevas tecnologías. A su conjunto ambivalente se concitan los temores y se alumbran las esperanzas de nuestras sociedades en crisis. Se debate su contenido específico y se desconocen en buena medida sus efectos precisos, pero apenas nadie pone en duda su importancia histórica en el cambio cualitativo que introducen en nuestro modo de producir, de gestionar, de consumir, de vivir y de morir”.

Esa tecnología nos permite estar conectados con cualquier parte del mundo, con lo cual los negocios, las inversiones, las decisiones políticas y económicas tomadas en un lugar cualquiera del planeta tienen efecto inmediato en una o varias regiones del mundo.

La tecnología informática ha globalizado la cultura posmoderna mediante la implantación de modas en vestimenta, música, formas de acceder a la recreación, entre otros productos. El crecimiento económico de las naciones posindustriales necesita de la cultura posmoderna porque ésta, en su inestabilidad y superficialidad, se aburre de lo que tiene y busca nuevos productos, nuevos servicios, con lo cual las empresas encuentran mercados permanentemente.

Frente a esa homogenización de costumbres y procesos económicos ¿qué pasa con la cultura y la economía nacionales, ya sea de la Argentina, del Uruguay, de Chile, de Francia o del Japón? ¿Qué pasa con las tradiciones culturales, con la producción y consumo de bienes de cada país?

Ese es un gran problema. Es allí donde lo nuevo y lo tradicional se enfrentan de manera despiadada y despareja porque lo nuevo tiene el apoyo de la tecnología, del capital y de personas entrenadas en la competencia.

Si bien todas las culturas se modifican con el transcurso del tiempo, muchos de sus antiguos rasgos tienden a conservarse y eso es lo que hace diferente la cultura de una nación de la de otra. Esos cambios fueron consecuencia de los impactos que cada nuevo aporte tecnológico producía en la sociedad a poco de su aparición. Esa transformación cultural no se daba de la manera acelerada con que se presenta en la actualidad. Había un ritmo más lento y menos radical en el proceso y cada comunidad podía ponerle su acento particular. Hoy, prácticamente, ya no existe tiempo para amortiguar el impacto de lo nuevo y se tienen que incorporar de inmediato porque, de lo contrario, las sociedades y las naciones quedarían rezagados al cabo de pocos años.

Las mutuales y cooperativas son entidades arraigadas en la sociedad local. La incorporación de tecnología en sus procesos productivos y administrativo es primordial para su pervivencia.

¿Cómo pensar, entonces, en el desarrollo local?

Hay que pensarlo como el resultado de una serie de acciones que tienen que estar correlacionadas con lo que ocurre a nivel nacional y mundial. En estas acciones la participación de cooperativas y mutuales de cada ciudad tienen la posibilidad de introducir cambios de importancia porque son entidades arraigadas en la sociedad local y no pueden levantar campamento de la noche a la mañana e irse a otras regiones o del país. La incorporación de tecnología en sus procesos productivos y administrativo es primordial para su pervivencia.

Recordemos que el desarrollo local puede lograrse si existe un compromiso tácito o explícito de toda la comunidad, que abarque a las autoridades políticas, empresarios, trabajadores, educadores, comunicadores y familias.

En algunas provincias están los productores tradicionales. Éstos podrían organizarse en cooperativa de producción para tener presencia activa en los mercados tanto del lugar como externo abasteciéndolos en forma continuada con sus productos artesanales de calidad con denominación de origen o como mutual de turismo. Una cooperativa puede hacer lo que los artesanos no están en condiciones de realizar individualmente para mantenerse en el negocio y, sobre todo, sentirse acompañados y fortalecerse en el esfuerzo. La mutual de turismo los pondría en contacto con el circuito organizado del sector.

Recordemos que el desarrollo local puede lograrse si existe un compromiso tácito o explícito de toda la comunidad, que abarque a las autoridades políticas, empresarios, trabajadores, educadores, comunicadores y familias. Ese compromiso debe estar sostenido por un proceso educativo integral, tanto formal (escuela primaria, colegio secundario) como informal (cursos de actualización profesional continua, de capacitación laboral, de divulgación) impulsado por empresas y entidades intermedias.

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