viernes 3 | mayo 2024
12.1 C
Buenos Aires

La resurrección de una entidad. El milagro de volver a vivir

Recomendadas

Felipe Rodolfo Arella
Felipe Rodolfo Arella
Lic. en Cooperativismo y Mutualismo (UMSA). Magíster en Animación Sociocultural (Universidad de Sevilla). Ex-Presidente del CGCyM. Periodista, docente e investigador especializado en Economía Social y Solidaria, Género y Desarrollo Local.

Luego de publicarse una nota referida a cómo se mueren las organizaciones recibí un interesante pedido: escriba sobre la posibilidad de resucitar una mutual o una cooperativa. Me resultó llamativa la solicitud y por demás desafiante porque la idea de resurrección está vinculada a las doctrinas religiosas que creen en la resurrección de los muertos como ocurre entre los cristianos, hebreos y musulmanes. También han surgido numerosos mitos, muchos de ellos de raíz pagana como los griegos y romanos y la creencia en la reencarnación (que no es lo mismos que la resurrección) sostenida por los ritos orientales.

Para que la resurrección de las personas humanas sea un hecho se requiere la participación de un dios o que el resucitado sea, el mismo, un Dios como Jesús. Es lo que se considera un milagro.

¿Es posible que las personas jurídicas (mutuales, cooperativas, asociaciones, fundaciones, sociedades y el mismo Estado) resuciten? Es algo para pensar con mucho cuidado porque aquí lo terrenal se mezcla con lo trascendental religioso.

Las organizaciones están integradas por numerosas personas y son dirigidas por un grupo de ellas que son elegidas según determinadas normas. Todas ellas tienen como objetivo el bien común del colectivo y si el mismo no se logra los integrantes pierden interés en la organización, es como decir que pierden la fe.

La fe es la creencia firme en que algo ocurrirá, de que las cosas malas cambiarán y que el bien general se producirá. Cuando los asociados de una empresa o los ciudadanos de un Estado se sienten desatendidos por quienes conducen, no participan de la vida comunitaria, se alejan y desatienden sus propias responsabilidades. Es cuando las organizaciones mueren, sea por vía natural: sus socios se alejan de la entidad y dejan solas a sus autoridades, o por hechos violentos: convocatoria a asamblea eleccionaria que echa a las autoridades vigentes y toman la conducción nuevas personas. En los Estados los ciudadanos pueden derrocar a sus autoridades en un acto eleccionario o por medio de una revolución.

Ambos ejemplos nos permiten ver dos situaciones: en una de ellas la organización está gravemente enferma pero se recupera mediante un tratamiento adecuado dado por los nuevos conductores; en la otra, la organización enferma se muere y la nueva conducción impone otros objetivos y otro sistema de gobierno. Lo que sigue no es la resurrección de lo muerto sino un nuevo nacimiento. Dentro del campo asociativo vemos que hay muchas cooperativas de trabajo que surgieron de empresas capitalistas que quebraron y sus trabajadores toman la conducción de lo que queda. No ha resucitado la vieja empresa; ha nacido una nueva, la cooperativa de trabajadores, con una nueva conducción, con otros objetivos sociales.

Los grupos sociales no son estables por distintas razones, sean éstas de carácter etario, generacional de sus integrantes, institucionales, organizativos; para que una organización se mantenga con nuevas fuerzas en su ámbito de actuación es necesario, como lo señaláramos en otras notas, una periódica renovación de sus autoridades, la revisión de sus objetivos sociales, el conocimiento de los cambios que se producen en la sociedad en la que actúa; atender las necesidades de sus asociados y desarrollar una comunicación habitual con todos ellos, teniendo en cuenta que la comunicación requiere un ida y vuelta del mensaje y que no es un discurso sino un diálogo.

Pensar en resucitar entidades es algo que no se condice con la limitada capacidad humana ya que la resurrección es una cuestión de dioses. Es mejor que asociados y directivos no las enfermen con esos males tan frecuentes en los grupos como los celos, la envidia, el desaliento, la desconfianza, la pereza, el desprecio al otro, la insidia, la falta de sentido de pertenencia, entre tantos otros. Si estas manifestaciones se detectan habrá que buscar al médico adecuado para que las cure y no las dejen morir.


ATENIENSE: ¿Cuál sería mejor juez? ¿El que hiciese morir a todos los malos, y mandase a los buenos que se gobernasen por si mismos; o el que poniendo toda la autoridad en manos de los buenos, dejase vivir a los malos, después de haberlos obligado a someterse voluntariamente a los primeros? Y si se encontrase un tercero, que, tomando a su cargo poner el oportuno remedio a las disensiones de dicha familia, sin hacer morir a nadie, imaginase un medio de reconciliar los espíritus y hacerlos amigos para en lo sucesivo, obligándolos a observar, ciertas leyes, este tercero superaría, indudablemente, a los anteriores.

CLINIAS: Ese juez, ese legislador, sería el mejor sin comparación.

ATENIENSE: Sin embargo, en las leyes que les propusiese, tendría un fin que sería diametralmente opuesto al de la guerra.

CLINIAS: Es cierto.

ATENIENSE: ¡Pero qué! cuando se trata de constituir un Estado, ¿Llegará el legislador a conseguir su objeto con más seguridad, dictando todas sus leyes en vista de las guerras exteriores más bien que de esta guerra intestina, llamada sedición, que tiene lugar de tiempo en tiempo en el interior de un Estado, y que todo buen ciudadano debe desear que no nazca jamás en su patria, o si nace verla sofocada en su raíz?

CLINIAS: Es evidente, que conseguirá mejor su objeto, formando su plan en vista de esta segunda clase de guerra.

ATENIENSE: Y en el caso de una sedición ¿hay alguien, que prefiera una paz comprada con la ruina de uno de los partidos y la victoria de otro, más bien que con la unión y la amistad restablecidas entre ellos por medio de un buen acuerdo, volviendo toda su atención sobre los enemigos exteriores?

CLINIAS: No hay nadie que no prefiera para su patria esta segunda situación a la primera.

(Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate. ”Las leyes” tomo 9, Madrid 1872, pág. 64)

Ilustración: Matías Roffe

Responder

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aqui

Últimas noticias

Odema realizó un nuevo Foro Internacional en Montevideo

Se llevó a cabo en Montevideo el XI Foro Internacional sobre Mutualismo y Economía Social y Solidaria el 25...

Noticias relacionadas