jueves 21 | septiembre 2023
19.1 C
Buenos Aires

Que ser mujer sea un placer

Recomendadas

Mabel Alicia Campagnoli
Mabel Alicia Campagnoli
Doctora en Filosofía. Subdirectora del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (FaHCE-UNLP). Integrante del Comité Académico de la Maestría en Género y Políticas de Igualdad (FLACSO-Uruguay).

La toma de conciencia sobre la situación desventajosa de las mujeres en razón de su género se viene desarrollando desde hace al menos dos siglos y medio, lo que permitió abandonar el estado de queja para sistematizar reivindicaciones políticas. Así, contamos hoy con abundantes datos que permiten historizar la conmemoración del 8 de marzo, de los que me interesa destacar algunas cuestiones.

La primera vez que se propuso un día internacional para las mujeres, fue durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en 1910, para hacer visible la condición de las trabajadoras, defender la igualdad de derechos y reclamar el acceso al sufragio. La segunda proclama de internacionalización de un día de la mujer, fue realizada desde la ONU en 1975, a partir de la cual invitó a los estados a que celebrasen una jornada como Día de las Naciones Unidas para los derechos de la mujer y la paz internacional.

Asimismo, en la conmemoración correspondiente del año 2000, la Campaña Internacional por un Salario para el Trabajo en el Hogar impulsó una Huelga Global de Mujeres que se reiteró en el año 2001, oportunidad en que Argentina participó desde el Sindicato de Amas de Casa de Santa Fe. En el año 2017 la presión de movilizaciones feministas y movimientos de mujeres impulsó un paro internacional como modo de visibilizar, en ese día de lucha, la violencia machista y el flagelo de los femicidios. El paro se viene reiterando desde entonces cada 8 de marzo en función de explicitar todas las dimensiones de la violencia hacia las mujeres: física, simbólica, sexual, psicológica, política, económica.

En este breve panorama resaltan dos variables para problematizar la necesidad de la lucha. Por un lado, el trabajo, ya que gran parte de las reivindicaciones tienen que ver con acceder a trabajo renumerado y salario en igualdad de condiciones con los hombres; pero también, con hacer evidente el carácter invisibilizado y no retribuido de múltiples tareas que socialmente se atribuyen a las mujeres, en especial las de crianza y cuidados.  Por otro lado, la violencia machista, pues se trata de un modo específico de control de los hombres hacia las mujeres, que tiene carácter estructural, porque limita la libertad de las mujeres desde lo institucional (a través de leyes restrictivas desde el orden jurídico: la imposibilidad de voto, la limitación de la libertad reproductiva, la negación de acceso a los niveles educativos superiores, el contrato de matrimonio como vínculo de tutela, la falta de autonomía económica, etc., como se puede analizar a lo largo de la historia, así como en diferentes sociedades) y desde lo personal donde el ideal del amor romántico funciona de ancla para mantener a las mujeres orientadas hacia el proyecto principal de formar un hogar.

En este sentido, a pesar de los siglos de lucha transcurridos, la socialización de hombres y mujeres continúa de modo que ellos internalizan el objetivo existencial de “ser alguien” mientras que ellas se constituyen como “ser para otros” (al servicio de hermanas/os, esposo, hijas/os, enfermas/os, ancianas/os, etc.). Es decir, para las mujeres lo prioritario es la vida privada, especialmente la familiar, de allí que el ámbito público del trabajo sea una conquista deseable y liberadora. Ahora bien, en principio, esto implica moldear la libertad a las expectativas sociales que son dictadas principalmente por hombres.

Entonces, a la base de la complejidad de reivindicaciones que sintetiza la conmemoración del 8M, se encuentra la producción de libertad. En esta perspectiva, algo que se hizo evidente desde las luchas feministas, es que incluso el mandato de tener que ser “hombres” ó “mujeres”  forma parte de la violencia estructural. Así, se pudo visibilizar que el problema es más complejo que la subordinación de las segundas a los primeros, ya que el colectivo social “mujeres” no es homogéneo y el propio término puede resultar negador de los conflictos internos; es decir, que hay mujeres que subordinan a otras (por cuestiones de clase socio-económica, étnicas, etáreas, de sexualidad, de capacidad…). De este modo, las reivindicaciones “de mujeres” se han complejizado y han ampliado su sujeto, articulando con grupos subordinados que no hacen el planteo desde allí (comunidades originarias o afrodescendientes y movimientos LGTTTBIQ+, por ejemplo).

Esto permite entender, por un lado, que la subordinación de las mujeres no es unilateral ni homogénea; por otro lado, que tampoco es homogéneo el colectivo social de los hombres, por lo que cuando hablamos de violencia machista nos referimos a la proferida desde una perspectiva de grupos masculinos de poder. En consecuencia, hay hombres subordinados, pero no lo son por su condición de tales sino por su estatus inferior dentro del género masculino (homosexuales, racializados, con discapacidad, proletarios, etc.). Al mismo tiempo, no todas las mujeres son víctimas y las que lo son, no lo son del mismo modo, se hace necesaria una mirada que especifique la particularidad en su complejidad.

Entonces, en la conmemoración del 8 de marzo de 2021, me interesa subrayar la búsqueda de producción de libertad y por lo tanto, de hacer viable la expresión de deseos propios, más allá de los mandatos sociales. Por eso el título Que ser mujer, sea un placer donde “mujer” pretende indicar el lugar de una invención antes que un destino.

Para finalizar, quisiera enfatizar que en nuestro país el mes de marzo condensa diferentes reivindicaciones feministas con impronta local. No se trata entonces solo del 8M sino también del 7M (día de la visibilización lésbica conmemorando el lesbocidio de Pepa Gaitán), del 18M (día de promoción por los derechos de las personas trans en recuerdo de Claudia Pía Baudracco), del 24M (día por la memoria, la verdad y la justicia en conmemoración de la última dictadura cívico militar eclesiástica, de la que hace poco están saliendo a la luz las dimensiones de género en la perpetración de su violencia genocida). Cerramos al grito de ¡vivas y libres nos queremos!

1 comentario

Responder

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aqui

Últimas noticias

La cadena bovina podría generar 114 mil nuevos puestos de trabajo

La Mesa de Carnes presentó en la Comisión de Agricultura en el Congreso de la Nación una propuesta de...

Noticias relacionadas