Arriesgo la idea de que cuando no alcanzan los análisis sociológicos y económicos sobre la realidad que nos circunda, es inevitable recurrir a conceptos psicológicos para intentar una explicación sobre los problemas, no solo individuales, sino de toda la comunidad.
Una de las teorías más conocidas sobre la cuestión de los mecanismos de defensa fue establecida en los anales de la psicología y la psiquiatría por Sigmund Freud y su hija Anna, fijando diez mecanismos de defensa: desplazamiento, sublimación, represión, proyección, negación, regresión, formación reactiva, aislamiento, condensación y racionalización.
El inconsciente pone en juego cualquiera de ellos en todos los seres humanos, de manera permanente, aunque no nos demos cuenta: es el punto en el que aquél pone una barrera entre nuestro consciente y la realidad externa, para evitarnos angustia, frustración o desencanto.
La negación, en particular, evita la confrontación con una realidad que objetivamente es adversa, y no aceptarla implica diferir el conocimiento de los efectos de acciones que en algún momento se revelarán en toda su dimensión; de hecho, negativas.
Lo que nos pasa como sociedad es muy preocupante, en la medida que naturalizamos e incluso justificamos acciones que nos perjudican, poniéndonos incluso en el lugar de victimarios, y no como lo que en muchos casos somos: víctimas.
De los mecanismos de defensa mencionados, el más generalizado es el de la negación, que se impone en una alta proporción de la comunidad, porque la capacidad del yo de negar la realidad se encuentra en contradicción con la capacidad de reconocer la realidad y valorarla críticamente.
Por caso, la sociedad en general no se ha dado un debate a fondo sobre lo que representa, entre muchas otras medidas, la llamada “reestructuración del Estado”, eufemismo de la eliminación a corto, mediano o largo plazo de organismos que se crearon por razones fundamentadas, y no por caprichos de gobernantes.
¿Nada es inmutable, todo tiene que seguir siendo igual siempre? De ninguna manera. Como alguien dijo alguna vez, lo único permanente es el cambio. Pero los cambios se realizan una vez que se han analizado los impactos, con una medición objetiva de los resultados que se alcanzarían una vez implementados.
Los organismos nacionales que mencionamos en la tapa cumplieron (y algunos todavía cumplen) funciones necesarias, indispensables y fundamentales para la comunidad. Y en estos tiempos de transformaciones tecnológicas es inevitable adaptar las instituciones para que cumplan eficientemente con sus propósitos.
Pero otra cosa es la argumentación perversa de ineficiencia, dotaciones excesivas de personal, carga pública injustificada, etc., etc. La realidad es que se encubren motivos oscuros, por no decir siniestros, que van en procura de una reconfiguración del país en el que unos pocos tengan altos niveles de vida, y los muchos, poco o nada. Y en el medio, nada.
El INAES, dicen algunos dirigentes, no va a desaparecer, porque según parece algunos funcionarios del actual gobierno nacional “no sabían que el Instituto se financiaba con aportes de mutuales y cooperativas”. Es posible que así sea, pero revela, en todo caso, el grado de improvisación, que de cualquier modo no oculta una política de transformación negativa en lo social, lo económico y lo cultural.
Es preferible, en todo caso, y antes de negar, encender una luz amarilla sobre las amenazas que pretenden modificar radicalmente nuestras estructuras sociales, culturales, económicas, etc., que han sido parte de las tradiciones y costumbres argentinas.
Lo mejor, es curarse en salud, antes de que sea tarde.
Necesario hablar de la dimensión psicológica. Mariana Moyano ya decía en sus libros y podcast que en esta época se trata más de emociones que de razón. Toda persona busca el reconocimiento, el sentirse incluida. Más si se trata de política. Que le hablen. Que “eso” que pasa en la sociedad le concierna. Nada de esto venía pasando en los últimos años. Y la sociedad lo sabe. Que estos espacios sean de escucha atenta, que permitan dar la palabra que abra a la cura tan ansiada para nuestro país. El sector cooperativo y mutual es el indicado para tal fin. Gracias Jorge.
Hago una propuesta: organizar un conversatorio entre Apalabrar y el CGCYM sobre este tema. Las emociones de la sociedad argentina, por ejemplo. O la Salud de los enfermos. A disposición.