El mundo que hemos creado es un proceso de nuestro pensamiento. No se puede cambiar sin cambiar nuestra forma de pensar.
Albert Einstein
Hay una creciente preocupación y desconcierto en el mundo. Esto es a partir de la gran paradoja de tener todos los conocimientos y recursos para una convivencia venturosa y no estar haciéndolo. Mas bien ocurre lo contrario, hasta el punto de convertirse en un riesgo existencial.
Estamos transitando una tercera guerra mundial, donde el conflicto armado solo es una de sus facetas. Existe, además, un amplio abanico de disputas simbólicas, de poder, institucionales, económicas y geopolíticas, que se retroalimentan entre sí.
Dentro de un abordaje que despunte líneas de acción, para viabilizar una sociedad-mundo, no es posible subestimar los parámetros culturales. Aquí solo se puntualiza un indicador, creciente y transversal, que urge neutralizar.
Se trata de una tendencia vertiginosa a la simplificación, con polarización cognitiva, que privilegia el presente y lo binario (amigo-enemigo). Esta modalidad carece de visiones sistémicas y espacio-temporales. Políticamente se expresa en supuestas ideologías, léase Izquierda o Derecha, que se alimentan de historia, nostalgias, xenofobia o supremacías.
Son posiciones extremas, que en nada reflejan la complejidad de los problemas actuales y futuros. En el siglo pasado se vinculaba la izquierda con el progreso y la derecha con la tradición. Lo que queda, en la actualidad, son relatos estadocéntricos y mercadocéntricos, respectivamente.
La élite corporativa global, responsable de buena parte de la Metacrisis global, utiliza como estrategia la fragmentación y el negacionismo, generando desequilibrios sociales y ecológicos. Al mismo tiempo, condiciona políticas de los estados-nación, debilitando las democracias por el descontento de la población.
Tal contexto, de inequidades e injusticia, es usufructuado por lideres intuitivos (populistas de cualquier signo) que trepan al gobierno y también corroen la normativa democrática desde adentro. En este devenir, se generan autocracias, que personalizan el poder en vez de institucionalizarlo. De hecho, disparan procesos antisistema y antipolítica.
Las polarizaciones, las ideologías y los dogmas, son el producto del hartazgo y el disgusto por la injusticia, cuasi permanente, que sufren grandes segmentos de la población. Son actitudes de buena fe, en la base, pero suelen ser capitalizadas por intenciones, de cúpula, menos confesables.
Es necesario desmitificar “derecha-izquierda” y la falsa dicotomía “Estado-Mercado”. Cada disgregación o parcelamiento, de los sistemas reales, no es conducente para gestionar desarrollo: cualquier sociedad necesita, para su evolución, del Estado, el Mercado y la Sociedad civil, vinculados, para plasmar un metabolismo social (relación sociedad-naturaleza) inteligente.
Aplicado a un proyecto de sociedad-mundo, todo lo local debe relacionarse, sinérgica y dialécticamente, con lo global. Es decir, se requiere integración, cohesión y armonía. De eso trata el ordenamiento glocal, la complejidad y la sostenibilidad. Pero navegar a este punto demanda una evolución/revolución, cultural, como primer paso.
Objetivar este modelo, exige competencias humanas compatibles con un nuevo contrato social y se logra a través de una educación acorde a estos fines. Esta inversión, con diferimiento a futuro, solo es posible en el ámbito de democracias estables que cultiven la cooperación, el respeto a la ley, la justicia y ciudadanos planetarios.
Anja Rosen (eslovena de 13 años). Cartel de la Paz 2021-2022
En la difícil transición, luchar por la democracia es lidiar contra la desigualdad, el cambio climático y las guerras. La perfección nunca se logrará, pero la convivencia -en paz- es factible. En última instancia es luchar por el presente y futuro, a través de un consenso mínimo y vital.
Todo lo que imaginamos, investigamos y diseñamos, para un mundo con equidad, justicia y ambiente sano, demanda un tiempo de incubación. Ese período, con visiones integrales y multiescalares, solo las democracias pueden proveer.
Con unidad en diversidad, esta concordia básica es la opción proactiva y la causa más noble que los humanos podemos enarbolar hoy. Como dijo Mahatma Gandhi: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”. Todo lo demás sobrevendrá por añadidura.