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Felipe Rodolfo Arella
Felipe Rodolfo Arella
Lic. en Cooperativismo y Mutualismo (UMSA). Magíster en Animación Sociocultural (Universidad de Sevilla). Ex-Presidente del CGCyM. Periodista, docente e investigador especializado en Economía Social y Solidaria, Género y Desarrollo Local.

Por José Rodríguez

 

¿Quién puede negar que en materia de comunicación telefónica e informática se ha avanzado una enormidad en los últimos treinta años en nuestro país? Quienes pueden quedar asombrados son aquellos que tienen más de cincuenta años, porque por entonces era casi imposible comunicarse por teléfono, ya que pocos hogares lograban tener una línea y, las que había, funcionaban mal. Ni qué decir si se deseaba tener una llamada al interior o al exterior: había que pedir la comunicación con horas de anticipación. Fue todo un acontecimiento cuando se instaló la Estación Terrena Balcarce, inaugurada oficialmente el 20 de septiembre de 1969, que permitió comunicaciones vía satélite con estaciones terrenas de otros países y con lugares remotos de difícil acceso por entonces. Se podía hablar con el propio teléfono o con aparatos instalados en la calle y negocios utilizando unas fichas: los cospeles. ¡Magnífica tecnología! Pero, ¿dónde había cospeles? Era difícil encontrarlos aun las oficinas de ENTEL, la telefónica del Estado.

Años después aparecieron las computadoras e Internet, y luego los teléfonos móviles, que son un verdadero portento de la tecnología. Con ellos, uno puede pedir una pizza, solicitar un turno médico, comprar entradas para el cine, pedir un taxi y encontrar novia o novio, si es que no se cae el sistema.

Ahora bien: estamos en los años de la comunicación y ello es una cosa buena siempre que el sistema funcione correctamente, y ello no depende tan solo de cuestiones tecnológicas sino de que hay muchos componentes de comportamiento humano. Veamos.

Las empresas invierten importantes recursos económicos en tecnología telefónica para facilitar la comunicación de sus clientes, como centrales rotativas que derivan a quien llama a la sección de interés, previo marcar un código interno.

Otras gastan en programadores de Internet para que mediante programas muy dinámicos y lujosos se informe sobre la organización, sus servicios, productos, los costos y las características de cada uno de ellos, previa registración de datos del posible cliente que recibe noticias de manera inmediata, emanada del mismo programa. Es frecuente que la página de la empresa no contenga datos básicos como la dirección, el teléfono, el nombre del presidente o del CEO o de los gerentes de cada sección, con lo cual no es posible acceder a persona alguna para que responda sobre lo que no está previsto en el programa informativo.

Queremos creer que en algunas oportunidades el sistema se satura porque nos resistimos a pensar mal sobre el comportamiento de los empleados encargados de atender el teléfono o de mandar un mail, ya que no puede ser, en los tiempos actuales de nuestra economía, que durante horas el teléfono esté ocupado por la cantidad de clientes interesados en comprar o que Internet no funcione.

Es muy importante que las autoridades de las mutuales estén atentas a estas cuestiones porque quienes desean comunicarse con ellas son sus asociados, es decir, los que le dan sentido a la entidad, o personas interesadas en asociarse.

La falta de atención sobre este asunto deteriora la imagen de la organización y pone de mal humor a sus asociados.

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