Las innovaciones tecnológicas están transformando el trabajo como lo conocemos en la actualidad. Podríamos decir que la pandemia fue uno de los disparadores, porque generó un nuevo modelo de trabajo que impulsó las tecnologías y, simultáneamente, creó nuevos empleos y profesiones.
La automatización del trabajo mediante el uso de tecnología viene generando incertidumbre desde la primera revolución industrial, sin embargo, la cantidad de personas que ingresaron desde esa época al mercado laboral, crece y las profesiones u empleos en parte desaparecen y, en parte, se transforman, en un proceso disruptivo de demolición creativa.
En año 2013, Carl Frey y Michael Osborne, dos investigadores de la universidad de Oxford, analizaron más de 700 ocupaciones y llegaron a la conclusión de que en los países desarrollados, el 47% de las ocupaciones podrían ser automatizadas en un par de décadas. En estudios posteriores reconocieron que esto se daría parcialmente.
En Alemania y EEUU la automatización desplaza a trabajadores que despliegan sus actividades en tareas más rutinarias y por ende de menor nivel de calificación y salario. El Institute for the Future of Work, que explora cómo las nuevas tecnologías están transformando el trabajo y la vida laboral, en su estudio menciona que la revolución tecnológica está transformando el mundo laboral a una velocidad implacable.
Otros trabajos, como el ensayo Dario Amodei, CEO de Anthropic, exponen su visión sobre la inteligencia artificial, donde establece que la IA podría redefinir la naturaleza del trabajo, liberando a los empleados de tareas repetitivas y permitiéndoles concentrarse en trabajos más creativos. Esto podría llevar a una mayor satisfacción laboral y a un aumento en la productividad. A medida que la IA asuma funciones rutinarias, las habilidades humanas como la empatía, la creatividad y la resolución de problemas se volverán más valiosas.
Hace unas semanas pude presenciar una huelga de trabajadores portuarios en EEUU, donde los sindicatos buscaban principalmente poner límites a la automatización en los puertos, medida que podría dejar sin trabajo a muchas personas. Entre otras leyendas de los carteles se podía leer: “Los robots no tienen familias para mantener”.
En resumen, el proceso de automatización del trabajo no se ha detenido en los últimos 200 años. Actualmente el desafío es la inteligencia artificial y la robótica, que amenazan, al menos parcialmente, el reemplazo de habilidades cognitivas humanas, situación a la que no enfrentamos en revoluciones anteriores. La automatización de tareas requerirá de formación y generará un mayor valor en la experiencia, creatividad y las competencias humanas. A esto se le sumará mejor calidad de vida, más tiempo libre y más posibilidades de consumir; por ende, nuevos productos y servicios, ergo, nuevos empleos y profesiones.
Enfrentamos un desafío que no distingue países desarrollados y del tercer mundo, que globaliza la situación y acelera los tiempos en busca de soluciones. En este contexto es fundamental la colaboración y el entendimiento de todos los sectores, a saber, tecnológico, empresarial, trabajadores, formuladores de políticas públicas, y también de la economía social y solidaria.
Sin duda, el avance de la tecnología debe traer progreso económico y social para generar una mejor calidad de vida en todos los seres humanos.