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Las mutuales y la envidia

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Economía Solidaria es un medio de prensa especializado en el sector cooperativo y mutual argentino que reúne las noticias más relevantes del campo asociativo, en favor de su fortalecimiento, integración y visibilidad. Propiedad del Colegio de Graduados en Cooperativismo y Mutualismo (CGCyM)

Por José Rodríguez

 

Uno de los sentimientos humanos que paralizan la acción es la envidia. Junto a ella están, entre otros, los celos, el resentimiento, la mentira y el odio. Hay personas que no soportan el éxito de otros y en vez de actuar para emular y superar al exitoso, se quedan quietas esperando que al otro le vaya mal.

Creo que en muchas organizaciones también anida la envidia y esa puede ser la razón de que haya resistencia en integrarse, en instituir federaciones que vigorizarían a todas las entidades de base por igual. Tampoco es frecuente, en el ámbito mutualista, la celebración de convenios intermutuales que permitirían brindar servicios ya acreditados a los asociados sin necesidad de organizar una nueva sección y comenzar a trabajar desde cero.

A veces nos preguntamos cuántas mutuales tienen asegurados a sus asociados o a sus bienes en una mutual de seguros; o cuántas organizan alguna excursión o vacaciones a través de una mutual de turismo; o cuántas utilizan el servicio médico de una mutual de salud. Conocemos muy pocos casos y esa reticencia a utilizar y compartir servicios debilita al sector.

Las razones de tal falta de unión pueden ser múltiples, pero una de ellas, no lo dudo, es la envidia, porque hay dirigentes que pueden pensar que si hacen un convenio con otra entidad, pues esta crecerá a su costa. Entonces, para que no crezca la otra, prefieren que tampoco se desarrolle la propia.

Pero no solo la envidia es un fenómeno que se da entre las mutuales sino que estas son envidiadas cuando son eficientes; a saber: por bancos, obras sociales, empresas de medicina prepaga y entre otras organizaciones económicas que presionan a las autoridades para limitar las actividades mutualistas. Por ello, es muy importante la integración federativa para el resguardo del sector contra los embates externos. Al respecto recordemos la recomendación que hace Martín Fierro a sus hijos:

Los hermanos sean unidos
Porque esa es la ley primera
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea
Porque si entre ellos se pelean
Los devoran los de afuera.

 

Acerca de la envidia

La envidia es definida por el Diccionario de la Lengua Española de dos maneras: 1.f. Tristeza o pesar del bien ajeno. 2. f. Emulación, deseo de algo que no se posee. La segunda acepción se refiere a un sentimiento positivo: querer emular a otro, ser como el otro. Pero la primera definición se refiere a que la envidia es perniciosa, paralizante, nos hace sufrir cuando vemos que otro alcanzó algo similar a lo que nosotros veníamos teniendo, o, también a que el otro nos superó y tememos que nos desplace.

El tema de la envidia es histórico y lo encontramos desarrollado tanto en filosofía y teología como en literatura y psicología. Platón da cuenta de la muerte inducida de Sócrates por la envidia que el maestro había despertado entre los sofistas que veían que la juventud ateniense se alejaba de ellos para escuchar las enseñanzas del Tábano, como se lo conocía.

Asimismo, santo Tomás de Aquino, en la parte II-IIae de la Suma teológica, Cuestión 36, hace referencia a ese sentimiento: “Pero sucede que el bien ajeno se considera como mal propio, y en este sentido puede haber tristeza del bien ajeno. Esto ocurre de dos maneras. La primera, cuando alguien se entristece del bien ajeno que le pone en peligro de sufrir algún daño; es el caso de quien se entristece por el encumbramiento de su enemigo, porque teme que le perjudique. Este tipo de tristeza no es envidia, sino más bien efecto del temor, como dice el Filósofo en II Rhet (Aristóteles, Retórica II). Segunda: el bien de otro se considera como mal personal porque aminora la propia gloria o excelencia. De esta manera siente la envidia tristeza del bien ajeno, y por eso principalmente envidian los hombres aquellos bienes que reportan gloria y con los que los hombres desean ser honrados y tener fama, como enseña el Filósofo en II Rhet”.

Por su parte, Goethe, en su poema El labrador, dice: “Y sufriré desprecios de tontos, que son lo mismo que ladridos de gozquecillos (perros falderos) contra los mastines; y así como estos no hacen caso de aquellos, lo mismo tendré que hacer con los de igual casta”. Los perros que ladran a los caminantes equivalen a los gritos desprestigiantes que tratan de detener a alguien que avanza pisando fuerte.

En el campo de la psicología también la envidia ha dado que hablar. Graciela Moreschi dice que: “La envidia es uno de los sentimientos más antipáticos y negados de toda la batería de emociones que habitualmente sentimos los seres humanos, quizás porque se trata de un sentimiento mezquino. Son muchas las emociones negativas que nos afectan, pero sin duda la envidia es uno de los que más nos avergüenzan. ¿Será porque, como dice Napoleón, la envidia es una declaración de inferioridad?”.

Para que tengamos en cuenta cómo debemos actuar individual o colectivamente sin perjudicar a otros, volvamos nuevamente al Martín Fierro, cuando el Viejo Vizcacha sentencia:

A naides tengas envidia,
Es muy triste el envidiar,
Cuando veas a otro ganar
A estorbarlo no te metas,
Cada lechón en su teta
Es el modo de mamar.

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