Mutuales y cooperativas surgieron de la natural disposición de personas que vislumbraron que, para sus propios intereses, lo mejor y más adecuado era relacionarse asociativamente. Así surgieron las mutuales, para auto proveerse de bienes y servicios, generalmente contratando a terceros que los abastecieran; y también las cooperativas, que en general respondían a la necesidad de contar con un servicio en particular: electricidad, telefonía, agua, vivienda… Una lista interminable, y con la complementación de las cooperativas de trabajo, dedicadas a una producción determinada, para obtener un ingreso (excedentes) para sus miembros.
No son las únicas organizaciones que no tienen fin de lucro: hay asociaciones civiles, obras sociales, sindicatos, fundaciones, entre las más representativas; pero bien puede asegurarse que las separa una línea muy fina, y que son claramente complementarias. De hecho, en nuestro país hay varios casos que lo demuestran, y como para muestra basta un botón, tenemos al Grupo Cooperativo Mutual Devoto, que ha constituido una organización para cada rubro que satisface las necesidades de la comunidad: económica, social, cultural, deportiva…
Este año 2025 fue declarado “Año Internacional de las Cooperativas” por las Naciones Unidas, de manera que todas las organizaciones del mundo que tienen este carácter están con actividades dedicadas a fomentar y destacar los beneficios que brindan a un número aproximado de mil millones de personas, según estimación de la Alianza Cooperativa Internacional a la que las Naciones Unidas dan por válida.
Es un momento como para que el mutualismo global, y nuestro movimiento en particular, saluden a las organizaciones hermanas, del mismo modo que esperaríamos la reciprocidad cooperativa cuando el mutualismo realice una gran campaña de orden mundial.
Esta contundente y evidente afinidad tiene que potenciarse con el mensaje claro y fundante de mutuales y cooperativas: la asociatividad otorga garantías que los propios Estados no siempre otorgan, y más aún en una época en que se trata de instalar una mentalidad individualista, que pregona el discurso de que el éxito se obtiene por méritos de cada uno, y que descarta al estilo griego y espartano a los que se supone que son “menos aptos”.
A la meritocracia hay que oponerle los principios mutuales y cooperativos, para construir sociedades sanas en todos los ámbitos, que se alejen todo lo posible de prácticas especulativas, lo contrario, totalmente, de las prácticas solidarias.
