Los ciudadanos de a pie, los que trabajamos cotidianamente en el sostenimiento y desarrollo de todas las formas de la Economía Social y Solidaria (ESS), dentro de las cuales destacamos especialmente a las mutuales por todo lo que significan para las comunidades en que operan, también estamos en campaña.
La neutralidad institucional, instituida por uno de los principios del mutualismo implica la ausencia de identificación con todo tipo de ideología partidaria, religiosa, racial o gremial, lo cual no significa que sus miembros estén exentos de adscribir a una ideología determinada, porque, de hecho, la neutralidad, a nivel individual, no existe. La misma negación de tal circunstancia configura una toma de posición, porque cada ciudadano, con sus actos, consciente o inconscientemente, trasmite aspectos de su cosmovisión.
No es posible concebir que una institución pueda ser administrada por personas que sistemáticamente pretendan imponer sus puntos de vista, cuando están teñidos de una posición partidaria. Es allí donde se pone a prueba el concepto de neutralidad institucional, que no solamente se proyecta hacia afuera, sino que pasa a ser un factor fundamental para la calidad de gobernanza óptima al interior de la entidad.
Esto conforma lo que llamamos responsabilidad colectiva, que se manifiesta en la más alta expresión de la vida democrática de toda organización; y también, está la responsabilidad individual, íntimamente unida a la otra.
La responsabilidad individual, cabe destacar, no es un hecho aislado del contexto, porque en procesos electorales se transforma en decisiones colectivas que, tal como señaláramos en un editorial anterior, se traducen en resultados fundamentales, que producen cambios estructurales que se revierten sobre su propio quehacer; la decisión colectiva es consecuencia de la suma de decisiones individuales, como lo es una votación: en una asamblea, o en una elección de autoridades gubernamentales.
Los ciudadanos, al votar, designan a aquellos que los representarán en múltiples instancias; finalmente, tanto su ideología individual, como la de aquellos que elige, decidirán sobre su propio destino, y también, la de las organizaciones de la ESS. Y la elección, en consecuencia, no es un mero acto burocrático, sino la interpretación consciente de lo verdadero o falso que se les presenta en la vidriera de las opciones políticas. Discernir lo conveniente, para sí como individuo, y para las entidades que lo cobijan, es un gran desafío.