La economía social y solidaria no es simplemente la combinación de economía y social; es un paradigma distinto que desafía las estructuras tradicionales. A lo largo de mis 44 años de experiencia profesional, he reflexionado sobre la necesidad de consolidar y profesionalizar este sector. Sin embargo, esta tarea no ha estado exenta de retos y aprendizajes.
Recuerdo con claridad la anécdota de mi primer trabajo como licenciado en Cooperativismo y Mutualismo, cuando un gerente me preguntó: “¿Y esto para qué sirve?”. Esa pregunta, aunque desconcertante en su momento, marcó el inicio de un camino en el que entendí la importancia de reivindicar y dar valor a nuestra profesión.
Pioneros en Balance Social
En mis primeros años como integrante del Consejo Directivo del Colegio de Graduados en Cooperativismo y Mutualismo (CGCYM), me encontré con un ámbito desorientado, sin una misión clara. Fue entonces cuando conocí a Gerardo Martínez, quien tuvo una visión transformadora: implementar el balance social como herramienta clave para medir no solo los resultados económicos, sino también las externalidades sociales y ambientales de las organizaciones. Este concepto, inspirado en experiencias internacionales, marcó un hito en la profesionalización de la economía social en nuestro país.
Aunque la metodología de balance social fue inicialmente incomprendida, con el tiempo logró captar la atención de la Alianza Cooperativa Internacional y consolidarse como un aporte visionario. Hoy, esa semilla ha dado frutos, y el Colegio es reconocido como pionero en esta área.
La importancia de la certificación de competencias
Uno de los mayores desafíos en nuestro sector es garantizar que los profesionales estén realmente capacitados para responder a las necesidades específicas de las organizaciones de economía social. Durante décadas, las cooperativas y mutuales han recurrido a expertos provenientes de empresas capitalistas, lo que ha llevado a soluciones que, aunque eficientes en otros contextos, no siempre se alinean con los principios de la economía social.
En este sentido, hemos trabajado en un sistema de certificación de competencias profesionales que permita identificar y acreditar a aquellos que cuentan con formación y práctica en este ámbito. La certificación no solo valida conocimientos técnicos, sino también habilidades blandas como el liderazgo, el trabajo en equipo y la capacidad de ponderar valores sociales, aspectos que la inteligencia artificial difícilmente podrá reemplazar.
Hacia una red profesional
Desde 2017, hemos desarrollado trayectos formativos que culminan en la acreditación de expertos y auditores en balance social. Esto no solo promueve la profesionalización, sino que fortalece a las organizaciones, asegurando que cuenten con capital humano propio capaz de adaptarse a los cambios y desafíos del entorno.
Nuestra visión es construir una red latinoamericana de certificación, que permita compartir buenas prácticas y garantizar estándares de calidad en toda la región. Es un proyecto ambicioso, pero fundamental para consolidar el reconocimiento de los profesionales de la economía social.
Una responsabilidad compartida
La profesionalización del sector no es solo tarea de unos pocos. Requiere del compromiso colectivo para integrar esta visión en nuestras organizaciones y garantizar que las decisiones que tomemos estén fundamentadas en principios éticos y conocimientos sólidos. Porque, como dijo alguien alguna vez: “Jesús no habría sido Jesús sin sus apóstoles”. En este caso, la economía social necesita de sus profesionales certificados para trascender.
El balance social, las certificaciones y la profesionalización son solo herramientas. El verdadero cambio radica en nuestra capacidad de organizarnos, aprender colectivamente y generar impacto desde nuestros valores. Sigamos construyendo juntos.
Ponencia presentada en la Convención Internacional de Balance Social Cooperativo y Mutual, organizada por el Colegio de Graduados en Cooperativismo y Mutualismo (CGCYM) entre el 7 y el 9 de noviembre de 2024, en Tanti, Córdoba, Argentina.
