La cesación de las clases presenciales, originada por la pandemia del Covid-19, y una readaptación a la forma virtual, implicó una serie importante de cambios que están repercutiendo en la salud física y mental de los estudiantes.
A la situación escolar se sumó una exposición a situaciones inéditas, como el miedo al contagio y la muerte, los cambios de hábitos y rutinas, el aislamiento de abuelas y abuelos, amigos y allegados, y en los casos extremos, el duelo por la muerte de algún familiar o conocido. La consecuencia de lo citado es la aparición de estrés, que afecta la salud mental de los estudiantes, especialmente en aquellas familias con pocos recursos económicos, y/o de bajo nivel educativo y/o con situaciones familiares complicadas.
La cesación de clases presenciales puede incidir en que los chicos no aprendar los contenidos ni desarrollar las competencias previstas
Las principales manifestaciones del stress por lo que está ocurriendo son la angustia y la ansiedad. A esto debemos sumarle ciertas dificultades cognitivas, como la falta de concentración y la dificultad en mantener la atención y en memorizar. También ocurren alteraciones del sueño y la alimentación, tanto por defecto como por exceso. Toda esta situación, que además fue de instalación brusca, dificulta para muchos alumnos seguir las clases. La consecuencia puede incidir en que no consigan aprender los contenidos ni desarrollar las competencias previstas, provocando que haya más repetidores.
Además de esta situación individual descripta debemos agregar los cambios sociales. Las modificaciones del ritmo de vida y de contactos durante un tiempo tan prolongado origina consecuencias en el desarrollo social, como en la relación del niño con sus iguales, con quienes no tuvo trato en este largo periodo.
Si hablamos específicamente de los niños que cursan primaria, se les suma la pérdida de las rutinas, que resultan tan necesarias. Si bien todos los estudiantes se vieron afectados, la magnitud de la repercusión no fue similar. El grado de afectación va a depender de cómo haya vivido esta experiencia cada uno, de la edad, y de su personalidad, y sus fortalezas. Aquellos con escasos recursos, con insuficientes o ninguna computadora o dispositivos en su casa, o si carecían de acceso a la red, se encontraron impedidos a seguir las clases de forma virtual o realizar las tareas.
Por otro lado, en este marco de educación virtual, la motivación constituye un factor primordial. El adolescente que no está motivado académicamente, que estudia porque algo tiene que hacer, va a estar aún más desmotivado ahora, porque va a percibir que tiene que trabajar más. En esta nueva situación, los adolescentes deben ser más activos y más protagonistas que nunca de su propio aprendizaje, razón por la cual, si carecen de actitudes proactivas, se les hará más difícil cumplir con los objetivos del aprendizaje.
Si no se corrige el déficit en conectividad Si esto no se corrige, latinoamérica estará expuesta a enfrentar una catástrofe generacional en educación
En muchos casos, de una manera simple, pero muy perjudicial, los alumnos fueron promovidos automáticamente al curso siguiente, con un vacío de conocimiento que probablemente será difícil de recuperar. Si nos focalizamos específicamente a nuestra área latinoamericana, la pandemia provocó el cierre temporal de miles de colegios, afectando, según la UNESCO, a 160 millones de estudiantes. En esta situación, la conectividad pasa a ocupar un rol importantísimo en la educación. Sin embargo, según datos suministrados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cerca del 20% de la población latinoamericana no tiene acceso adecuado a internet. Si esto no se corrige, la región estará expuesta a enfrentar una catástrofe generacional en educación. Si no están conectados, la posibilidad de que los estudiantes sigan las clases es bastante baja.
En estas condiciones, el efecto más notorio del cierre de escuelas es la interrupción del aprendizaje. Aunque afecta a todos los niveles educacionales, quienes más lo padecen son los pequeños que están iniciando el ciclo escolar y aquellos a punto de egresar.
Los más chicos, si no adquieren las destrezas básicas como leer y escribir o sumar y restar, se enfrentan a un déficit esencial para avanzar hacia los cursos superiores. Y en el caso de los más grandes, porque se hacen más difíciles sus perspectivas de ingreso a la educación superior o al mundo laboral. Los expertos coinciden en que, si bien la brecha digital siempre ha existido, la pandemia ha puesto en evidencia las huellas que deja la desigualdad en el acceso tecnológico.
Dentro de este complejo panorama, hay que tener en cuenta a la familia del estudiante que ha tenido que adaptarse a las duras condiciones que imponen los confinamientos y en muchas ocasiones no tienen los conocimientos necesarios para apoyar a los alumnos de primaria. Las secuelas a largo plazo resultan todavía más complejas. Aún no hay estadísticas regionales, pero los expertos consideran que durante la pandemia se incrementará la tasa de abandono escolar y algunos de esos chicos no van a regresar debido a que se integran directamente al mercado laboral, o las niñas se quedan en la casa ayudando a cuidar a los familiares que necesitan asistencia. Al permanecer en la casa, las niñas quedan expuestas a situaciones de abusos o relegadas a las labores del hogar. El aspecto más grave de esta situación es que han aumentado los embarazos prematuros y en algunos países también los matrimonios forzados. La mayoría de estas niñas no va a volver al sistema educativo, y su vida cambiará para siempre.
Ilustración: Matías Roffé