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Cooperativismo, Mutualismo y la propiedad privada social

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Felipe Rodolfo Arella
Felipe Rodolfo Arella
Lic. en Cooperativismo y Mutualismo (UMSA). Magíster en Animación Sociocultural (Universidad de Sevilla). Ex-Presidente del CGCyM. Periodista, docente e investigador especializado en Economía Social y Solidaria, Género y Desarrollo Local.

La economía solidaria tiene dos importantes sistema organizativos: las cooperativas y mutuales. Estas instituciones tienen que ser vividas con una actitud mística de pertenencia y pensadas para que trasciendan a sus fundadores.

Las leyes sobre cooperativas y mutuales establecen que estas organizaciones tienen fecha de iniciación pero no se les pone plazo de duración, como ocurre con las empresas de capital. Esta disposición legal está sostenida por uno de los principios doctrinarios del cooperativismo y mutualismo: constituida la entidad, no sólo tiene que serle de utilidad a sus fundadores, sino a otras personas que en un futuro se asocien para satisfacer sus necesidades. Es fácil encontrar en nuestro país a cooperativas y mutuales de más de cien años y lo mismo ocurre en Europa, los Estados Unidos de América y Canadá. Es decir, son dos movimientos sociales que trascienden la vida de sus fundadores cuando están administradas por personas éticas y sapientes.

Pero, ¿qué es la mística y cómo puede ser aplicada en el campo de la economía social?

La mística es un estado psicológico interior al que se llega por el firme convencimiento que se tiene sobre algo que deseamos alcanzar: la paz espiritual, el éxito en un emprendimiento, la santidad. Ese firme convencimiento debe estar siempre presente en cualquier momento de cada día de nuestra vida y para que ello sea posible debemos hacer un trabajo ético permanente.

Cuando tenemos claros objetivos que alcanzar y observamos que existen dificultades y que las mismas están dentro nuestro y no en la sociedad ni en fuerzas ocultas, es cuando estamos en condiciones de empezar a cambiar actitudes y creencias. Nos llevará un tiempo decidirnos, pero cuando tomemos la decisión comenzaremos a actuar con mística. La actitud mística tiene que sostenerse en principios éticos, tal como lo postulan los movimientos cooperativo y mutualista.

El compromiso del hombre para con el hombre

Dentro de la economía social debemos buscar y sostener con fe mística porque, como lo señala Juan Pablo II en Laborem exercens (párrafo 12), “Conviene subrayar y poner de relieve la primacía del hombre respecto a las cosas. Todo lo que está contenido en el concepto de «capital» -en sentido restringido- es solamente un conjunto de cosas. El hombre como sujeto del trabajo, e independientemente del trabajo que realiza, el hombre, él solo, es una persona. Esta verdad contiene en sí consecuencias importantes y decisivas.”

En el párrafo siguiente avanza más profundamente en el tema: “Ante todo, a la luz de esta verdad, se ve claramente que no se puede separar el «capital» del trabajo, y que de ningún modo se puede contraponer el trabajo al capital ni el capital al trabajo, ni menos aún […] los hombres concretos, que están detrás de estos conceptos, los unos a los otros. Justo, es decir, conforme a la esencia misma del problema; justo, es decir, intrínsecamente verdadero y a su vez moralmente legítimo, puede ser aquel sistema de trabajo que en su raíz supera la antinomia entre trabajo y el capital, tratando de estructurarse según el principio expuesto más arriba de la sustancial y efectiva prioridad del trabajo, de la subjetividad del trabajo humano y de su participación eficiente en todo el proceso de producción, y esto independientemente de la naturaleza de las prestaciones realizadas por el trabajador.”

En el párrafo 14 dedicado al “Trabajo y propiedad”, el papa santo expresa: “Por consiguiente, si la posición del «rígido» capitalismo debe ser sometida continuamente a revisión con vistas a una reforma bajo el aspecto de los derechos del hombre, entendidos en el sentido más amplio y en conexión con su trabajo, entonces se debe afirmar, bajo el mismo punto de vista, que estas múltiples y tan deseadas reformas no pueden llevarse a cabo mediante la eliminación apriorística de la propiedad privada de los medios de producción. En efecto, hay que tener presente que la simple sustracción de esos medios de producción (el capital) de las manos de sus propietarios privados, no es suficiente para socializarlos de modo satisfactorio. Los medios de producción dejan de ser propiedad de un determinado grupo social, o sea de propietarios privados, para pasar a ser propiedad de la sociedad organizada, quedando sometidos a la administración y al control directo de otro grupo de personas, es decir, de aquellas que, aunque no tengan su propiedad por más que ejerzan el poder dentro de la sociedad, disponen de ellos a escala de la entera economía nacional, o bien de la economía local.

“Este grupo dirigente y responsable puede cumplir su cometido de manera satisfactoria desde el punto de vista de la primacía del trabajo; pero puede cumplirlo mal, reivindicando para sí al mismo tiempo el monopolio de la administración y disposición de todos los medios de producción, y no dando marcha atrás ni siquiera ante la ofensa a los derechos fundamentales de los hombres.”

En la organización cooperativa el capital de la empresa está constituido por las aportaciones realizadas por sus asociados que mantienen la propiedad sobre sus aportes y excedentes capitalizados, pudiendo disponer del mismo a su voluntad y ese derecho puede ser ejercido, también, por sus herederos. Si bien en las mutuales las contribuciones periódicas que deben realizar sus asociados no son restituibles a éstos, sí pueden ejercer el control económico de la entidad aplicando los recursos a los servicios requeridos por sus asociados.

Quienes forman parte de cooperativas y mutuales administran sus recursos teniendo en vista los intereses del grupo, el cual, si puede, podrá atender los intereses de la sociedad en la que está radicada la entidad como postulan sus principios tradicionales. 

1 comentario

  1. Excelente y oportuno analisis doctrinario del Lic. Arella. Su conocimiento, lucidez y profundidad sobre la doctrina solidaria nos fortalece en el trabajo fisico e intelectual cotidiano. Muchas Gracias.

    Cont. Domingo R. Godoy

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