La historia económica y financiera de nuestro país estuvo signada desde sus inicios por coyunturas que mostraron, en la mayoría de sus derroteros, diferencias negativas entre la entrada y salida de moneda dura. Es decir: déficits frecuentes.
Veamos un poco de que se trata esto. Un país, como toda organización, se maneja con recursos. Esos recursos son variados: capital, trabajo, recursos naturales e innovación tecnológica. Los agentes económicos que integran esa organización (empresas, familias, individuos) comercializan entre si y con otros agentes económicos de otros países. Los recursos de todos los miembros de esas organizaciones se intercambian a través del mercado global de manera eficiente. Ahí esta el nudo de la cuestión: en virtud de qué cantidades y a qué valores se intercambiarán esos recursos, resultará el mayor o menor desarrollo de esos países.
No hay milagros: todos los países que exportan bienes con mayor integración y cadena de valor son los que muestran un mayor desarrollo.
Yendo a nuestra organización (Argentina), la misma fue pensada y diagramada a partir de mediados del siglo diecinueve, Constitución Nacional mediante, como un productor de bienes primarios que poseía y posee en abundancia. La organización nacional de finales de dicho siglo cimentó las bases del desarrollo económico y social que signaron nuestra historia económica, financiera y social.
Hasta aquí las cosas iban sobre carriles arribando al siglo veinte. En ese entonces se vislumbró que hacía falta intercambiar cada vez mas recursos naturales para obtener cada vez menos recursos tecnológicos. Los dirigentes de ese período observaron dicho comportamiento, pero confiaron que la tendencia desfavorable era coyuntural. El arraigo rentista de nuestros gobernantes de otrora era muy profundo.
El estallido de la Gran Guerra encuentra a nuestro país con la imposibilidad de importar manufacturas tecnológicas. Ello sumado a que, gracias a nuestra neutralidad en el conflicto, se nos permitía exportar los saldos agropecuarios. Esa situación coyuntural nos obligó a generar algunas industrias nacionales que pudieran suplir la falta de importaciones. Ese período es conocido como “sustitución de importaciones”.
No obstante, la mentalidad rentista y fisiócrata de los dirigentes de entonces impidió una consolidación de la industria nacional que, promociones mediante, pudiera dotarse de avances tecnológicos. Para ellos, la sustitución de importaciones fue para salir del paso. Una vez terminado el conflicto, se volvió a la importación de manufacturas.
Raul Prebisch, conocido como uno de los economistas mas encumbrados de su tiempo (miembro fundador del BCRA), realizó un trabajo analítico sobre las causas de nuestros frecuentes déficits. La conclusión que llegó es que los bienes primarios sufrían un deterioro sostenido de valor frente a las manufacturas tecnológicas. A ese trabajo se lo denominó “El deterioro de los términos de intercambio”. En breves palabras podemos mencionar que se refiere a que cada día se debía entregar mayor cantidad de cereales para obtener una unidad de manufactura tecnológica (locomotoras, automóviles, equipos de refrigeración, etc.)
A mediados del siglo veinte, Perón mediante, se intentó forzar un desarrollo tecnológico autóctono que no obligara al BCRA a vender mas divisas de las que ingresaban. Ese período fue exitoso al principio, pero las industrias tecnológicas argentinas sufrían de malformación congénita. En definitiva, el precio internacional de las commodities (bienes primarios) era determinante a cualquier circunstancia. Su comportamiento a la suba o a la baja signaron nuestra economía. La primera y segunda sustitución de importaciones careció de un Estado promovente e incentivador.
Otros gobiernos intentaron, y en algún momento lo consiguieron parcialmente, generar superávit de la balanza de pagos. Acuerdos con automotrices multinacionales, fabricantes de equipos de refrigeración, compañías petroleras para la explotación de hidrocarburos, etc.
Las décadas fueron pasando, los gobiernos también, pero la realidad descripta por Prebisch sigue invariable. Argentina produce y vende al mundo menos de lo que le compra. Las industrias nacionales siguen sin promoción real.
Como dice el viejo proverbio: “nunca es tarde cuando la dicha es buena”. Pero habría que empezar a reconocer nuestros verdaderos problemas y no creer en cantos de sirenas.
Así las cosas, ningún gobierno va a resolver la falta de divisas con medidas mágicas ni de un día para otro. Es un trabajo a largo plazo que incluye acuerdos básicos inamovibles y sostenibles en un marco social, económico y político.
Foto: Raúl Prebisch