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Acerca de los trastornos del sueño

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Dr. Mario F. Bruno
Dr. Mario F. Bruno
Presidente de la Sociedad Argentina de Periodismo Médico; Vicepresidente de la Sociedad Argentina de Cancerología; Presidente del Comité de Cuidados Paliativo de AMA (Asociación Médica Argentina); Presidente del Comité AntiTabaco de AMA Vicepresidente de UATA (Unión Antitabáquica Argentina); Director de los cursos anuales de 1) Periodismo Médico 2) Cancerología, 3) Cuidados Paliativos (AMA); Miembro Emérito de ASCO (American Society Clinical Oncology); Miembro Titular de ESMO (European Society Clinical Oncology); Director Médico de Medicron S.A. (Centro Oncológico)

por el Dr. Mario Bruno

El viernes 15 de marzo se conmemoró el Día Mundial del Sueño, fecha propuesta por la Asociación Mundial de Medicina del Sueño para promover la prevención, la educación y una mejor comprensión de un trastorno que, como una epidemia, afecta la salud y la calidad de vida del 45% de la población.

Estos trastornos son problemas relacionados con el dormir, ya sea para conciliar el sueño, permanecer o quedarse dormido en momentos inapropiados, dormir demasiado y conductas anormales durante el tiempo de descanso profundo.

En la Argentina, se calcula que 4 de cada 10 personas sufren alguna patología al respecto, mientras que más de la mitad de la población tiene la sensación de dormir mal. Biológicamente, las personas están preparadas para dormir un tercio de sus vidas (8 horas diarias), por lo que la privación puede tener importantes consecuencias. Durante el estado de sopor se generan varios procesos homeostáticos o de autorregulación: aumenta la actividad parasimpática (denominación de parte del sistema nervioso autónomo no regulado por nuestro pensamiento -por ejemplo los latidos del corazón o la respiración- lo que permite recuperar energía); disminuye la presión arterial, y se incrementan las hormonas anorexígenas. Por eso, dormir menos aumenta los deseos de comer y se produce sobrepeso. En la primera mitad de la noche se eleva la secreción de hormona de crecimiento y antes de despertar se secreta el cortisol, hormona que provee la energía necesaria para afrontar el estrés del día que comienza.

En los últimos 50 años ha habido una disminución de las horas y la calidad del sueño, con graves consecuencias en la salud. En el caso de los niños y jóvenes, las secuelas de dormir menos de lo indicado o dormir mal, origina alteraciones en el aprendizaje, en la memoria a largo plazo e incluso en el comportamiento que puede confundirse con el llamado déficit de atención e hiperactividad. En cuanto a los adultos, la disminución de horas o los trastornos ocasionan somnolencia diurna y aumentan las posibilidades de sufrir accidentes de tránsito, como también, efectos en la salud cardiovascular.

Una de las causas actuales de trastornos está dada por cualquier elemento electrónico que emita luz, como las pantallas de celulares y computadoras, y televisores que dificultan el sueño en los horarios nocturnos, porque modifican la secreción de la hormona melatonina, que se incrementa en nuestro cuerpo con la oscuridad de la noche, iniciando la hora de dormir; la luz que emiten las pantallas estimula a la retina y a su vez le dan al cerebro la orden que aún no es la hora de dormir, inhibiendo la secreción de melatonina y produciendo un retraso en la conciliación del sueño. La solución a esta problemática sería que los padres de los niños evitaran el uso de aparatos electrónicos por la noche (hay que desaconsejar su existencia dentro del cuarto y suspenderlo en horas cercanas al descanso).

Otra de las causas de las perturbaciones nocturnas está dada por la llamada apnea que es uno de los problemas más peligrosos. Este cuadro está determinado por la aparición, durante el dormir, de numerosas obstrucciones de la vía aérea superior, por colapso mecánico que lleva a respiraciones más lentas, hasta producirse un cese de la misma (la llamada apnea) que puede durar varios segundos. Esto tiene una incidencia importante en la población general, de alrededor del 5%. Su ocurrencia puede darse tanto en la población pediátrica como en la adulta. Entre sus signos y síntomas se destacan el ronquido, la referencia de pausas respiratorias, y en gran medida puede relacionarse con el sobrepeso o la menopausia.

El tratamiento puede hacerse con métodos naturales que consisten en mejorar la higiene del sueño, controlando los estímulos que provocan insomnio y regulando los horarios y/o con fármacos. Entre los primeros, tenemos: no ir a la cama hasta tener sueño; no ver la televisión, leer o comer en la cama; evitar agentes externos que produzcan ruido y que puedan interferir en el descanso (teléfonos móviles, televisión); separación mínima de una hora entre la última ingesta y el acostarse; evitar las comidas copiosas; eliminar el alcohol; evitar tomar medicamentos que puedan producir insomnio como los corticoides o los diuréticos; reducir el consumo de cafeína y tabaco; practicar ejercicio físico regular (nunca antes de acostarse); mejorar las condiciones ambientales reduciendo los ruidos y evitando las temperaturas extremas; realizar terapias de relajación; establecer una rutina horaria para fijar el reloj biológico.

Los tratamientos farmacológicos consisten, en primer lugar, en administrar hipnóticos antes de acostarse y en el segundo ansiolíticos, antidepresivos o neurolépticos. El paciente no debe automedicarse en ningún caso, ya que estas sustancias pueden empeorar su patología, generar resistencias o crear adicción. El tratamiento debe ser establecido por el médico, quien valorará la necesidad de administrarlos en virtud del origen y la gravedad del trastorno.

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