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Es necesario revertir la decadencia

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Luis Valladares
Dr. Luis Valladares
Periodista, Locutor Nacional, Contador Público, Lic. en Costos, Lic. en Administración de Empresas, con tres distinciones de la Asociación Médica Argentina y de la Sociedad Argentina de Periodismo Médico, por sus trabajos en la Prevención de Adicciones a las Drogas. Ex-Director del periódico Mundo Mutual y fundador del periódico Mundo Cooperativo.

Desde hace muchos años, gran parte de nuestra sociedad está transitando un proceso de permanente decadencia.

Una pequeña minoría se preocupa por asumir responsabilidades, y de ese modo, pone en evidencia su voluntad y confianza en que actuando con empeño y sin escatimar esfuerzos, es posible lograr el progreso económico y social que anhela.

Los argentinos, en general, hemos perdido dos de las condiciones esenciales que toda sociedad necesita para mejorar su nivel de vida: la confianza y la cultura del esfuerzo.

Siempre encontramos argumentos para justificar el pesimismo y la pasividad que tarde o temprano se apodera de nosotros, y que provoca una desazón que nos induce a creer que nada vale la pena.

Para actuar de este modo, esgrimimos una variada gama de razones. Desde que los únicos responsables de nuestros males son nuestros gobernantes, hasta perversos intereses extranjeros.

Sin embargo, si observamos el comportamiento individual de quienes actúan en diferentes campos de la vida en sociedad, encontramos que la responsabilidad, en mayor o menor medida, la tenemos todos.

Por citar tan sólo algunos ejemplos, y sin pretender generalizar pero sí señalar los comportamientos más comunes, gran parte de los jóvenes no quieren estudiar ni trabajar. Esto está reflejado en las encuestas que revelan que más del 50 % de los estudiantes no finaliza sus estudios secundarios, y además no tienen ninguna especialidad que les permita desempeñarse en puestos de trabajo. Suelen comentar que su aporte no es reconocido; que en tiempos pasados todo era más fácil, particularmente el vivido por las generaciones que actualmente superan los 60 años, sin tener en cuenta que en aquella época, quienes deseaban estudiar en el ciclo secundario y a la vez trabajar, podían hacerlo pero cursando seis años en el turno noche y debían presentar un certificado de trabajo para ser admitidos, mientras que actualmente lo hacen en tres años y no se les exige que trabajen.

Tampoco se menciona que era muy común que un adolescente comenzara a trabajar a los 13 o 14 años de edad, y simultáneamente estudiara, mientras que en la actualidad, son muchos los jóvenes con más de 20 años de edad que viven con sus padres y que gran parte de ellos no estudian ni trabajan. Tal situación se ve estimulada por los gobiernos, con el pago de subsidios por desempleo u otros conceptos, que en todos los casos, su costo, ya sea con el pago jubilaciones paupérrimas, o con inflación por la emisión de moneda sin respaldo, o con el encarecimiento de los impuestos, siempre recae en el resto de la sociedad, que además, ve cada vez más limitada sus posibilidades de progreso.

En cuanto a quienes trabajan, en general han perdido el concepto de lo que significa la previsión. Desde hablar de `dinero en mano´, ignorando su responsabilidad de realizar aportes previsionales, hasta la generalización de la evasión por parte de los responsables de hacerlos efectivos, que por la causa señalada, consideran que las cargas sociales ya no son del 33 % como estipulan las leyes, sino que se han elevado al 50 %, porque a su obligación de pagar los aportes patronales, se le agrega lo que debiera retenerle al empleado. Esto ocurre en el plano más elemental y cotidiano.

La evasión impositiva se ha constituido casi en un deporte nacional, lo que es incentivado por la aplicación de las altas alícuotas y el alcance que tienen los impuestos.

También se ha deteriorado sensiblemente la responsabilidad individual. Esto es comprobable en el desempeño laboral, y en casi cualquier lugar de atención al público, ya que en general nadie se hace cargo de sus errores, adjudicándolos a problemas del `sistema´.

Es difícil encontrar nuevas inversiones por la inseguridad jurídica que provocan los cambios en las reglas de juego de la economía; los altos costos laborales; la recesión económica; la inflación que parece eterna y otras tantas razones, que dificultan la realización de nuevos emprendimientos, la ampliación de los ya existentes o la radicación de capitales extranjeros.

Es necesario tomar seriamente en cuenta nuestros problemas para buscar las soluciones que permitan revertir esta perversa tendencia, y abandonar el hábito de adjudicar siempre la culpa a terceros de todo lo que nos ocurre. Debemos comenzar por nosotros mismos, examinando nuestra responsabilidad y forma de actuar, y procurar la rectificación de nuestra propia conducta, entre la que predomina la exención de la responsabilidad que nos cabe.

Como es prácticamente imposible, si se diera el caso, que una sola persona pueda modificar radicalmente el comportamiento de toda una sociedad, pero si cada uno hace su pequeño pero importante aporte para cambiar el rumbo, el conjunto de la sociedad hará posible que la Argentina vuelva a ser un país ejemplar en América, como ya lo demostró en otros tiempos en que, aunque los jóvenes no lo crean, las cosas no eran fáciles, pero nos destacábamos por el nivel de vida, por la buena calidad de nuestra mano de obra y de los productos que fabricábamos.

Volver a crecer no es imposible, pero es necesario volver a creer, y para eso, deben darse los mejores ejemplos, comenzando por quienes desempeñan cargos relevantes, porque son los principales referentes más visibles para el resto de la población.

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